En Guatemala no todos tiene agua en casa todo el tiempo. Quienes sí, no pagan el mismo precio que otros, pues esto aún no se regula en el país.
Por Carmen Valle
Marco Vinicio Cerezo Blandón es máster en Economía para el desarrollo por parte de la Universidad Pantheon-Sorbonne de París, Francia. Además, es conservacionista ambiental con más de tres décadas de experiencia en manejo de recursos naturales.
Dirige la organización FUNDAECO y es miembro del Consejo Global de la Alianza para la Sobrevivencia de Anfibios. Integra la Junta Directiva del Fondo para el Arrecife Mesoamericano y es consejero global de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
En este mes del agua, explica cómo debería calcularse el precio del agua en Guatemala, qué se requiere para llevarla hasta las casas todos los días y por qué mientras en algunas comunidades se autogestiona un sistema de pagos, en otras los vecinos no aceptan los cobros por el recurso. Además, señala algunas razones por las cuales, tras más de diez intentos, aún no se regula el uso del agua en el país.
¿El agua tiene un precio establecido?
Sí, pero es un precio fragmentado y depende de la oferta y la demanda, cuando en realidad debería haber criterios más estables. De hecho, mientras más pobre o vulnerable se es, más se paga por el agua. Por su parte, un vecino en una colonia con un buen servicio municipal o con una empresa, quizá pague menos.
Quienes viven en un asentamiento de la ciudad a veces deben pagar un tonel o un garrafón de agua porque no tienen el servicio con regularidad. Entonces sí hay un precio, pero es arbitrario.
¿El agua debería cobrarse o por el hecho de ser un derecho humano debería ser gratis?
El agua sí debería tener un costo, porque el ser derecho humano, el cual debería ser garantizado, no borra la inversión necesaria para llevar el servicio a cada hogar.
En algunos lugares se paga una mensualidad única de Q5 o Q10 por el agua, en otros depende del consumo y en otros se puede pagar hasta Q500. ¿Qué aspectos deberían tomarse en cuenta para determinar el precio real del agua?
El agua potable tiene un valor y este empieza en la protección de los bosques y las zonas de recarga de acuíferos, la reforestación de las cuencas y todas las actividades necesarias para, de entrada, tener el recurso en bruto.
Luego, se debe tomar en cuenta cuánto cuesta captar esa agua y tratarla, porque lo más probable es no obtenerla limpia y se requiere infraestructura para habilitarla para consumo.
También se debe contemplar cuánto cuesta distribuir esa agua hasta las casas, desde el entubado hasta los mecanismos para impulsarla y por último, el precio de tratar el agua ahora usada por los consumidores.
Nadie con agua potable está exento de estos procesos. No importa dónde esté nuestra casa porque nuestra agua proviene siempre de un acuífero. Para los de zona siete o zona 11 probablemente viene del cerro Alux. Para quienes viven en zona 15, quizá proviene del río Pixcayá o hasta de Santa Catarina Pinula o San José Pinula.
En un mundo ideal, todos deberíamos pagar una cuota mínima para garantizar la sostenibilidad de la infraestructura que nos lleva el agua, así como su mantenimiento. Algunos países crean fondos para el agua, los cuales se invierten en todos estos aspectos y las personas pagan una tarifa por ellos a cambio del buen funcionamiento del servicio.
En Guatemala, en cambio, pagamos una cantidad específica por agua ilimitada o por media paja, pero no tomamos en cuenta cuánto cuesta llevarla hasta nosotros.
¿Qué es una paja de agua?
Una paja de agua son 60 mil litros y media paja son 30 mil litros. Es una medida que heredamos del siglo XX, cuando había mucha agua limpia en el valle y las compañías garantizaban darle esta cantidad a las personas por muchos años. Esos tiempos de abundancia poco a poco se terminan.
¿Quién fija el precio del agua en Guatemala en la actualidad?
Ahora mismo lo regula el mercado. Algunas veces lo hacen las municipalidades y la empresa privada, pero no necesariamente con un criterio objetivo. También se han creado instituciones nuevas con el tiempo, como los comités de agua de ciertas comunidades donde se vela por el sostenimiento de fuentes naturales cercanas. No hay una sola autoridad que lo establezca sin arbitrariedad por el momento ni una ley de aguas.
Estas son las iniciativas de esa ley hasta ahora en el país, pero ninguna se aprobó en el Congreso:
¿Cómo debería iniciar esta conversación en lugares reacios a poner un precio al agua?
Lo primero sería concientizar sobre el hecho de que, aunque el agua es un bien natural o a veces se define como un bien divino, el servicio de potabilizarla y conducirla a los domicilios tiene costos de infraestructura. Como estos deben cubrirse, no se puede brindar el recurso gratuito.
Segundo, debemos comprender la necesidad de sentarnos a hablar sobre tarifas y medición porque lo lógico es pagar en función de nuestro consumo. No queremos conversar sobre esto, pero si no lo hacemos, seguiremos con la lógica de que un car wash puede pagar la misma cuota que nuestra casa, a pesar de las diferencias entre usuarios. Lo mismo sucede con las empresas, la agricultura u otros bienes donde se utilizan cantidades enormes en comparación con las domiciliares.
¿Qué es más eficiente: sacar cada vez más agua subterránea o tratar el agua superficial para consumirla?
Depende de los costos y nuestra cantidad de recursos. Antes teníamos ríos limpios de donde podíamos captar agua y llevarla a nuestras casas o teníamos acuíferos abundantes. Conforme el agua se agota, necesitamos sistemas más sofisticados. A cada ciudad o país le puede venir bien algo diferente, pero primero se debe evaluar su balance actual.
