Una catarata en Sololá contamina el lago de Atitlán. A falta de drenajes, por ella caen aguas negras.
Por Carmen Valle
El lago de Atitlán cuenta con cuerpos de agua aledaños de los cuales también se alimenta. Uno de ellos es la subcuenca del río Cojolyá. Este, a su vez, es el conductor de aguas negras no tratadas porque algunas comunidades no tienen alcantarillado.
El río Cojolyá no siempre estuvo contaminado. Además de ser afluente del lago de Atitlán, es un repositorio de agua para los vecinos del municipio y los agricultores. Tiene también una catarata, la cual era cristalina, pero cada vez se aleja más de esa apariencia.
De a poco, la catarata comenzó a despedir un mal olor, pero casi no cambiaba su aspecto. El 5 de abril de 2024, sin embargo, el agua se tornó negra y durante al menos una hora la correntada mantuvo ese color.
La importancia de participar
Los vecinos se dieron cuenta del problema, recolectaron firmas y denunciaron el hecho ante el Ministerio Público (MP). A decir de uno de ellos, Alberto Rivera, “no solo lo reportamos por la contaminación ambiental, sino porque era evidente una causa de fondo. En la parte alta las casas sacan sus aguas negras a la calle. Con la primera lluvia fuerte, todo se arrastró”.
Según Rivera, el caso también llegó al ministerio de Ambiente, el Consejo Nacional de Áreas Protegidas, la Autoridad para el Manejo Sustentable de la Cuenca del Lago de Atitlán y su Entorno (AMSCLAE) y la municipalidad de Sololá. La última, sostiene, que era ceniza proveniente de un incendio y no aguas negras, “pero la ceniza no tiene un olor fétido como ese”, añade el vecino.
Unos días después, las instituciones anteriores fueron al lugar a hacer una inspección. La alcaldía mantuvo su posición sobre la ceniza y se solicitó a AMSCLAE tomar muestras y elaborar un informe sobre qué cayó de la catarata. Este serviría al MP para continuar con el caso.
“Nuestro laboratorio no tiene la capacidad para evaluar si hay ceniza, entonces eso no puede confirmarse ni descartarse. Aun así, sí se encontraron aguas residuales” dijo el director de la Autoridad, Mervin Pérez.
Una catarata de aguas negras para Atitlán
Marvin Romero es vecino de Sololá. Es ingeniero agrónomo y tiene casi una década de investigaciones en la subcuenca del Cojolyá. Según él, los territorios aledaños se urbanizaron con rapidez, pero la planificación no creció al mismo ritmo y, por lo tanto, no se hizo un sistema de alcantarillado para los nuevos habitantes.
“Ahora hay muchas casas en la parte alta, pero de ellas salen unos tubos con aguas negras. No conducen a una tubería, sino van directo a la calle. Se acumulan, producen mal olor y cuando llegan las lluvias, terminan en el río”, dice Romero. Rivera coincide con él y asegura que décadas atrás, en esa agua se encontraban más especies de animales, pero ahora no todas sobreviven.
Además, los análisis hechos por Romero señalan cómo, aunque haya plantas de tratamiento en el municipio, no se dan abasto. Cuando se construyeron, su capacidad se adaptó a las circunstancias de entonces: los terrenos aledaños al Cojolyá casi no estaban habitados y tampoco todo el casco urbano.
En el presente todos los habitantes, con tratamiento de sus aguas negras o sin él, pagan Q25 mensuales por media paja de agua a la comuna. Las casas tienen contador, pero solo les aumenta la cuota si exceden esos 30 mil litros de consumo.
Otro contaminante: la basura
El jefe edil actual es Andrés Lisandro Iboy Chiroy. No es su primera vez en el cargo, pues también lo tuvo de 2012 a 2020. Luego lo sustituyó Carlos Guárquez y regresó en 2023 cuando los sololatecos volvieron a votar por él.
Durante su período anterior, Iboy impulsó un programa de separación de desechos sólidos desde casa, donde cada familia debía clasificarlos entre orgánicos e inorgánicos. De lo contrario, el tren de aseo no se los llevaría.
Se daba un uso a lo reciclable, mientras los residuos orgánicos se utilizaban para abono y productos de recuperación de suelo. Según Romero, entre 2020 y 2023, este proyecto se abandonó y se intenta recuperar ahora, pero mientras eso se logra, una parte de la basura termina en Atitlán porque el vertedero municipal está cerca de los cuerpos de agua.
“Mientras todo se arregla, la contaminación del lago sigue y la desorganización afecta. La municipalidad no tiene suficientes camiones para hacer las rutas. Cuando la gente no ve llegar a los recolectores el día señalado, tira todo en vertederos clandestinos”, cuenta Romero.
Además, “aunque separemos, no tenemos consciencia de cuánto cuesta procesar nuestra basura: solo se paga Q1 por costal entregado a los guajeros”, añade.
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