La Asociación Nacional de Municipalidades tuvo reparos por no rendir cuentas, mientras en Salcajá, Quetzaltenango, la conversación gira en torno a la falta de agua y los cambios en las calles. El jefe edil responde a las preguntas de la audiencia sobre esto.
Por Carmen Maldonado Valle
Miguel Ovalle es alcalde de Salcajá desde hace diez años y aún le quedan dos en el cargo. Ojoconmipisto ha reportado las obras hechas en esa ciudad bajo su mando, su paso por la presidencia de la Asociación Nacional de Municipalidades (Anam), su salud tras contraer COVID-19 en dos ocasiones y, en los últimos meses, sobre denuncias recurrentes por parte de los vecinos: la falta de agua y el plan para reducir el espacio para los vehículos en las avenidas del municipio.
En una entrevista de 20 minutos se cuestionó a Ovalle sobre las problemáticas que afectan a los pobladores de Salcajá y la disminución de la ejecución presupuestaria en su municipalidad mientras presidió la Anam. Además, respondió preguntas sobre su desempeño como jefe edil durante una década y cuál es el futuro de su ciudad respecto a la calidad de los servicios públicos.
–A pesar de ser una de las líneas a priorizar con fondos de los consejos comunitarios de desarrollo, la falta de agua aún es una queja recurrente en Salcajá. ¿Por qué no se ha invertido más para solucionar este problema?
–No tener agua no implica no estar pendientes de los vecinos. Hasta el momento, los sistemas de distribución están basados en obtener agua subterránea para llevar a los hogares, pero para esto es necesario contar con energía, la cual no siempre está disponible porque la empresa eléctrica hace cortes constantes.
Lo ideal sería tener el servicio todo el tiempo, pero el mando de la electricidad no lo tenemos nosotros, aunque sí controlamos cuestiones como la cloración y la limpieza del recurso, y eso sí lo podemos garantizar. Hemos enviado solicitudes a la empresa para saber por qué suspende el servicio, pero no hemos obtenido muchas respuestas.
También hacemos gestiones para tener a futuro una empresa municipal para proveer agua, pero para eso también debemos superar una dificultad: subir un poco los precios. No todos los vecinos estarían de acuerdo con esa posibilidad.
En Salcajá se intenta reducir el espacio para el paso de vehículos y ensanchar las banquetas. ¿Por qué esto aún no está listo si se tenía planeado inaugurarlo en noviembre?
–Porque algunos vecinos se oponen y no dejan a la empresa terminar el trabajo. Argumentan cosas como no poder estacionarse o no poder ceder el paso si viene una ambulancia, pero estas avenidas siempre han sido de una vía. El lugar se pensó para un solo carro, el único cambio de ahora es el ancho.
Los comerciantes también están molestos porque dicen que se reducirá la clientela al no poder detenerse para comprar, pero en realidad los negocios tienen más oportunidad de vender a peatones. El problema es la resistencia al cambio.
–¿La municipalidad informó a los vecinos antes de empezar con los trabajos?
–Sí. Antes también teníamos un programa donde se informaba a las personas semanalmente qué haría la municipalidad, pero ya quedó fuera del canal.
–La alcaldía argumenta dar el espacio al peatón. ¿Ofrece entonces estacionamientos o incentivos para animar a los pobladores a caminar en vez de usar el carro?
–Hay áreas donde se pueden dejar los vehículos, como la cuarta avenida. Alrededor del centro también hay parqueos municipales y privados, entonces lugares para estacionarse sí hay, aunque no sea frente a los locales comerciales en específico.
–Mientras usted presidió la Anam la ejecución presupuestaria en su municipio no alcanzó ni el 50 por ciento y Salcajá bajó 11 puestos en el ranking elaborado por la Fundación para el Desarrollo. ¿Cómo lo explica?
–El gasto fue más bajo por la pandemia. En 2020 no sabíamos cuánto nos iba a afectar, entonces durante ese año pausamos los proyectos de infraestructura y solo ejecutamos los impulsados por los consejos de desarrollo. Necesitábamos ahorrar dinero por cualquier emergencia, porque al principio se proyectaba una mayor mortalidad en Salcajá de la que hemos tenido. En 2021 retomamos las obras con esos fondos, pero no hemos podido terminar todos por la oposición de algunos vecinos.
Sí bajamos en el ranking, pero uno de los temas analizados por Fundesa es la economía del municipio. La mayor parte de los ingresos propios proviene de las plazas en el mercado, los sanitarios municipales y otros servicios públicos prestados en lugares que debimos cerrar a causa del coronavirus. Dejamos de percibir Q3 millones y eso pudo influir.
–¿Ser presidente de la Anam le restó atención para ejercer la alcaldía?
–No, porque dirigir la Anam significa trabajar por las 340 municipalidades y eso incluye a Salcajá. Mientras estuve allí mis propuestas estuvieron bien fundamentadas y aporté mi experiencia. Además, la transparencia fue un “plus” que le di a la Anam.
–La Anam, de hecho, tuvo reparos por no transparentar sus gastos en Guatecompras ni Sicoin. ¿Cómo lograr que las municipalidades abandonen la opacidad y no se presten para ser trampolín político o botín para actos de corrupción?
–La Anam no puede usar Guatecompras porque en un cambio de estatutos se le describió como institución privada y por eso el ministerio de Finanzas no la puede ingresar en el sistema para rendir cuentas sobre su ejecución. Mientras no se corrija ese error no se puede lograr una fiscalización en los portales estatales.
Cuando dirigí la asociación estuve en pláticas con Finanzas para arreglar ese problema, aunque no se logró, porque transparente soy yo y no podría hacer las cosas de manera diferente.
–¿Usted aún reside en Salcajá?
–Sí. Lo dice el registro nacional de las personas y allí vivo.
–No tengo intención de ser alcalde una vez más, aunque no descarto participar en otros espacios políticos. Tengo algunas propuestas por parte de agrupaciones y aún no decido por cuál me decantaré, pero trataré de hacer lo mejor para Salcajá.
En enero definiré mi futuro y entonces les contaré hacia dónde mi inclino.