Ana Calel tiene 60 años y ahora alquila un apartamento en la zona 4 de Mixco porque en su casa en zona 7 de la capital dejó de recibir agua desde hace un año.
Por Carmen Maldonado Valle
De joven trabajé mucho para comprar mi propia casa. Era maestra en un colegio y además daba tutorías a otros niños para tener un ingreso extra, pero al final valió la pena cuando tenía algo propio en la zona 7. La Landívar, mi colonia, es tranquila y nunca tuve problemas, pero el agua dejó de llegarno en enero del año pasado y así no podíamos seguir.
Les cuento un poco: siempre he vivido con mi mamá y mis dos hermanos. Hace dos años tuve un derrame cerebral que me dejó en cama durante seis meses y poco a poco volví a caminar, pero aún tengo dificultad para hablar bien y coordinar algunos movimientos.
Por primera vez en más de 20 años, en enero de 2020 me levanté a bañar y no cayó agua de la regadera. Tampoco había en los chorros. Pensé que era cosa de un día, pero así sucedió durante una semana y otra, hasta que observé cómo llegaba dos o tres horas diarias (apenas un hilito), pero a partir de las 11 de la noche, entonces nos levantábamos a llenar los toneles.
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Para ese momento, mi mamá tenía 96 años y uno de mis hermanos padecía disfunción renal. Los otros dos nos encargábamos de cuidarlos, pero cuando llegó la pandemia nos alarmamos porque debíamos lavarnos las manos a cada rato y no teníamos suficiente agua para hacerlo. Nos protegimos como pudimos, pero en julio mi hermano, el enfermo, se contagió.
Ante la emergencia, aislamos a mi hermano para que llevara el tratamiento en la casa, pero su salud empeoró e ingresó al hospital, donde al cabo de dos semanas falleció. Fue un golpe duro, por no poder ni siquiera velarlo con familiares, pero al volver del entierro compramos un pequeño depósito donde pudiéramos guardar más agua y así lavarnos las manos con frecuencia. No nos íbamos a arriesgar a otra pérdida.
Para octubre la situación fue insostenible. Estábamos siempre desvelados, la lavadora se arruinó por no llenarse a través de la manguera, era muy difícil bañar a mi mamá porque debíamos acarrear cubetas… No podíamos más, entonces conseguimos un apartamento en la zona 4 de Mixco, donde pagamos Q3 mil de alquiler. No es propio, pero al menos tenemos agua todo el día.
Recordamos la casa de la Landívar con cariño, pero la dejamos porque sin agua no servía. De hecho, la pusimos a la venta, pero los interesados retiran su oferta cuando se enteran del esfuerzo necesario para llenar la pila.
Antes nos daba igual un chorro prendido, pero después de meses de pandemia sin una gota de agua en la tubería, aprendimos a no volver a dar nada por sentado.