Los 8.8 mil fallecidos no son la única huella del coronavirus en Guatemala. Según los psicólogos municipales, la enfermedad también estableció un patrón en quienes acuden a terapia: ansiedad y depresión.
Por Carmen Maldonado Valle
La llegada de la COVID-19 significó, para las alcaldías de Villa Nueva y Amatitlán —ambas en Guatemala—, pensar en modelos híbridos para atender la salud mental de sus vecinos. En las consultas a través del teléfono o internet, los psicólogos municipales comenzaron a escuchar preocupaciones frecuentes: miedo a contraer coronavirus y angustia por la violencia intrafamiliar.
De acuerdo con la Política Nacional de Salud Mental creada en 2007, en Guatemala las instituciones públicas, incluidas las comunas, deben impulsar iniciativas para contribuir con el cuidado de la psique de los habitantes. Esto debido a las circunstancias del país, con un pasado marcado por el conflicto armado interno y la inseguridad, por ejemplo, se lee en el documento.
Para cumplir con esto, la alcaldía de Amatitlán ofrece consultas psicológicas gratuitas a los vecinos y a quienes son referidos por el Ministerio Público y la Procuraduría General de la Nación. A decir de la profesional a cargo de este servicio, Brenda Vielman, desde marzo de 2020 se atendieron en promedio 2 mil 500 casos de ansiedad y depresión.
“Vinieron en su mayoría personas de la tercera edad y niños. Los primeros tienen miedo a enfermarse y morir por ello, mientras los menores están consternados porque no comprenden por completo el virus y les es difícil enfrentar el confinamiento”, sostiene la terapeuta. A estos, dice, se les explica durante la consulta la situación la pandemia para evitar la desinformación.
A decir del concejal IV de Amatitlán, Luis Sánchez, también “predominó la preocupación, sobre todo en mujeres, por violencia en el hogar. Se les ofrecía el acompañamiento legal para denunciar, pero muchas tenían miedo y prefirieron quedarse solo con la terapia”. Agrega que la municipalidad atendió otros 30 casos de personas con ideas suicidas, y estos pacientes tenían entre 10 y 19 años.
En Villa Nueva, la dependencia a cargo de estas terapias es la Dirección Municipal de la Mujer. Según la titular de esta oficina, Florita Camposeco, desde el año pasado han acudido a consulta 560 personas en promedio, cuyos síntomas recurrentes son de ansiedad y depresión, como en Amatitlán.
“Se habilitó una línea telefónica para las consultas. El año pasado, por el confinamiento, se recibían entre 150 y 170 llamadas telefónicas por semana, mientras en 2021 ingresan alrededor de 12”, sostiene Camposeco. Los pacientes son en mayoría niños, adolescentes y mujeres, “manifiestan angustia ante el posible contagio y miedo a las agresiones en casa”, añade.
En la comuna hay dos psicólogas a cargo de esta tarea, pero también se forman alianzas con estudiantes de último año de esa carrera en distintas universidades, los cuales brindan apoyan con esta atención.
La salud mental de los médicos
La Universidad de San Carlos junto a otras cinco entidades en el exterior realizaron un estudio para determinar el impacto de la pandemia en la psique del personal de salud. Este evidenció que de los 1,522 encuestados en Guatemala, seis de cada diez presentaron síntomas de malestar psicológico. Dos más tenían signos de depresión moderada o severa.
Las principales razones de preocupación de los vecinos fueron la violencia en el hogar y la posibilidad de contraer COVID-19. La última también afectó al personal de primera línea, arrojó la investigación. Este grupo además manifestó como motivo de tensión la falta de equipo para atender de forma adecuada a los enfermos.
El 56 por ciento del personal de salud entrevistado reportó sentir cansancio casi todos los días. Mientras tanto, cuatro de cada diez participantes del estudio dijeron admitieron tener dificultades para dormir, o comer en exceso.