En Guatemala se trata menos del 10 por ciento de las aguas residuales, de acuerdo con ingenieros sanitarios. Esto contamina los recursos acuíferos y, con ello, toda la cadena alimentaria.
Por Carmen Maldonado Valle
Esa mazana, esa zanahoria o esa piña en su mesa o ya en su boca pasó por el lavado y desinfectado en casa, de eso puede estar seguro. Pero ¿qué se sabe de la calidad del agua con que regaron esos cultivos?, pregunta Rodolfo Castro, ingeniero sanitario y consultor de la Autoridad para el Manejo Sustentable de la Cuenca del Lago de Atitlán y sus Alrededores (AMSCLAE).
“El riesgo no solo está en enfermarnos (el cosumo directo de agua) sino en acabar poco a poco con nuestros alimentos”, agrega.
En 2006, el Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales (MARN) emitió el acuerdo gubernativo 236-2006, el cual obliga a las municipalidades a instalar plantas de tratamiento de aguas residuales para procurar la disponibilidad de agua limpia. Para el 29 de noviembre de 2019 todas las municipalidades debían tener en operación sistemas de tratamiento completos, como indica el documento.
Se dio una prórroga a las alcaldías y ahora tienen hasta 2023. Para ese momento deben tratar al menos el 60 por ciento de los residuos producidos por cada ciudad. “Se extendió el plazo porque algunas (comunas) no tenían los fondos suficientes o decían que las administraciones pasadas dejaron proyectos pendientes”, explicó Mario Rojas, titular del MARN, durante una entrevista en el programa de radio Hora 15.
El problema es que la contaminación del agua continúa durante la espera, de acuerdo con Castro. “El riesgo se ejemplifica en el lago de Atitlán, donde me atrevería a decir que las 19 plantas a su alrededor no trabajan bien y por eso crecen algas en las orillas. Allí llegan químicos no tratados y por eso se vislumbran algunas regiones verdes”, explica.
Con esto concuerda Martín Méndez, presidente de la Asociación Interamericana de Ingenieros Sanitarios. El peligro, dice, no solo está en acabar con lugares turísticos, sino en contaminar toda la cadena alimentaria: “Si el agua se ensucia, también lo hace el alimento consumido por los peces. Estos a su vez son comida para otras especies y así hasta llegar a nosotros”.
A decir de Méndez, este problema se puede extender a los vegetales porque los cultivos se riegan con agua proveniente de lagos y ríos. “Si están contaminados, la suciedad llegará también a las cosechas. Por eso hay evidencia de que al no frenar la polución en el agua, la comida comenzará a escasear a partir de la próxima década”.
El riesgo ya llegó
Orb Media la conforman científicos y periodistas dedicados al estudio de la sostenibilidad ambiental. En 2018 el equipo tomó muestras de agua alrededor del mundo (también embotellada) para saber si estaba contaminada. Así determinó que para entonces había microplásticos en el agua potable y en los alimentos que crecieron gracias a ella.
“Tenemos estas fibras en lo que consumimos porque los desechos plásticos llegan al agua y mientras viajan se desintegran, pero no desaparecen”, explica Méndez.
En una nota elaborada en 2019 por Soy502, durante los tres años anteriores se construyeron 128 plantas de tratamiento nuevas. Sin embargo, al solicitar información a las municipalidades donde se construyeron, se determinó que 35 no funcionaban y una de ellas se encontraba en la Cuenca del Lago de Atitlán.
Ahora, 224 de las 340 comunas cuentan con un sistema de tratamiento, “pero no sabemos si funcionan o no, porque eso está a cargo de cada municipalidad”, dice el director ejecutivo de la Asociación Nacional de Municipalidades, Marvin De León. Al cuestionarlo sobre las 116 ciudades restantes, justificó que no hay cobertura total porque “cada planta cuesta más de Q2 millones sin contar el precio del terreno. Se le agregan costos de funcionamiento, y no todas las alcaldías tienen esos fondos”.
Según el acuerdo 236-2006, si al llegar a la fecha límite quedan municipalidades sin plantas de tratamiento se les sancionará, pero no especifica cómo. En los siguientes dos años no habrá ninguna penalización para las alcaldías que no cumplan con este requisito pero, como explica el consultor de AMSCLAE: “mientras esperamos, la contaminación no tratada puede llegar al subsuelo y hacer inservibles los lagos donde desembocan los drenajes. Con eso volvemos a arriesgarnos a contaminar nuestro alimento”.
La próxima vez que compre mariscos o coma una manzana querrá saber si se eliminó la contaminación en el agua a su alrededor.