Un pintor trabaja para tres organizaciones políticas en esta campaña electoral. Recibe de Q3 mil y Q4 mil mensuales por pintar fachadas de casas y muros. Marli López Byron Monzón tiene 53 años de edad y nació en San Francisco Zapotitlán, un municipio de Suchitepéquez. Emigró a la capital en 1999 con el propósito de encontrar empleo y dar a sus hijos una mejor educacion. “Salía todos los días a buscar trabajo y no encontraba. Hasta que el 15 de junio de ese año, lo recuerdo muy bien, me encontré en la calle con un señor que estaba pintando la pared de una casa con propaganda política. Se llamaba Abraham Maldonado y necesitaba ayuda. Yo se la ofrecí y desde entonces me dedico a pintar. Me gusta y me ayuda a darle de comer a mi familia”, cuenta. El pintor trabaja para tres organizaciones políticas en esta campaña electoral. Recibe de Q3 mil y Q4 mil mensuales por pintar fachadas de casas y muros. Todo depende del tamaño y del lugar en donde estén situadas. “Me organizo bien para no quedarle mal a ninguno de los partidos. Me pagan viáticos y comida. Cuando pasa la campaña, me dedico a pintar otras cosas”, explica. El artículo 223 de la Ley Electoral y de Partidos políticos prohibe pegar o pintar rótulos en efigies, paredes, señales, rótulos, puentes y monumentos. A menos que estos sean privados y se cuente con autorización de los dueños. Pero Monzón no lo sabe. “Los partidos piden autorización a los dueños de las casas y les pagan entre Q2 mil y Q2 mil 500. Cuando pintamos piedras o postes no le pedimos permiso a nadie”, indica.
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