Niñas migrantes: huyen de la miseria y vuelven para aguantarla

10 noviembre 2021

Entre enero de 2019 y abril de 2021, 2 mil 583 niñas salieron rumbo a Estados Unidos de forma irregular. Cuando retornaron, las esperaban las mismas causas que las empujaron a irse.

Según la Organización Internacional para las Migraciones, solo cuatro de cada diez menores de edad retornados tienen agua entubada en casa. Los demás se abastecen a través de chorros públicos. Crédito: Melissa Vega / OIM

Por Carmen Maldonado Valle

“Una menor de edad no decide cruzar el desierto sola. La obligan la desnutrición, la inseguridad, la falta de educación. Si se queda, su futuro es la pobreza o la maternidad adolescente, y si la regresan se resigna a vivir así”, sostiene el economista Enrique Maldonado, tras analizar las últimas dos décadas de gasto y políticas públicas dedicadas a niños migrantes.

De acuerdo con el Instituto Guatemalteco de Migración (IGM), 2 mil 583 niñas guatemaltecas fueron detenidas cuando intentaban llegar a Estados Unidos por tierra entre enero de 2019 y abril de 2021. No tenían acompañante. Tampoco visa.

Las cifras reflejan que las menores provienen, en mayoría, de San Marcos, Huehuetenango, Quiché y Quetzaltenango, todos fronterizos. Estos se encuentran, además, entre los lugares con más casos de hambre estacional detectados en el país hasta agosto de 2021, según el Observatorio de los Derechos de la Niñez.

Desde 2019 el IGM reportó el retorno de 134 niñas provenientes de Tacaná, San Marcos, las cuales trataban de ingresar de forma irregular a Estados Unidos. Este es el municipio con más menores de edad no acompañadas detenidas en la frontera.

En esa ciudad, nueve de cada diez personas son pobres, seis de cada diez hogares no tienen agua entubada dentro de la casa, la mitad de los niños tiene un retardo en el crecimiento y la causa principal de morbilidad es el bajo peso al nacer, dice un análisis de la Secretaría de Seguridad Alimentaria y Nutricional. “Los pobladores encuentran en la migración una estrategia de sobrevivencia. Viajan sobre todo a Estados Unidos y la mayoría no regresa”, se lee en el documento.

El alcalde, Eulalio De León, reconoce la falta de oportunidades de empleo y la prevalencia de malnutrición en Tacaná. “Intentamos disminuir esos números a través de llevar víveres y semillas a las familias. También damos gallinas a las madres para que las críen, vendan los huevos y tengan dinero para comer”, sostiene.

Como oportunidades de desarrollo en el municipio, mencionó capacitaciones para emprendedores brindadas por la comuna. Al preguntarle cuáles son los proyectos dedicados en específico al empoderamiento de niñas y mujeres, no respondió.

El antes es igual al después

“La pobreza, la malnutrición y la violencia dentro y fuera de casa son las principales causas por las cuales viajan las niñas, pero también el riesgo de un embarazo no deseado”, asegura Maldonado. En el triángulo norte, dice el Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales, una de cada diez embarazadas tiene entre diez y 17 años.

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Durante las entrevistas a menores retornados notó un patrón entre las niñas y adolescentes. Antes de emprender el viaje, aprenden a orinar de pie para vestirse como hombres y así reducir la amenaza de ser violadas en el camino. Además, comienzan a tomar anticonceptivos por si su plan fracasa y son abusadas.

“Para las niñas y mujeres esto es un riesgo inminente, sobre todo cuando viajan solas porque no pueden pagar un guía”, explica Jahir Dabroy, analista de migraciones en la Asociación de Investigación y Estudios Sociales (Asíes). Esto es común, resalta, porque “los coyotes suelen pedir un aproximado de $10 mil para llevar a un migrante a Estados Unidos, pero el precio incrementa para ellas. Por tener menos resistencia, aumenta la posibilidad de ser descubiertas y eso tiene un costo”.

Si la patrulla fronteriza las ve, comienza el proceso de retorno a Guatemala, el cual puede durar semanas, según Maldonado, porque depende de la coordinación entre las autoridades de ambos países. En caso de estar deshidratadas o sentirse mal, las examina un médico. En El Ceibo, al menos, el consultorio se encuentra en una tienda de campaña, mientras la camilla está en medio de la tierra.

Camilla en El Ceibo, donde el ministerio de Salud examina a las menores de edad retornadas si se sienten mal. Crédito: Enrique Maldonado

Cuando un menor de edad es retornado, explican Dabroy y Maldonado, cancillería contacta a los padres o tutores para que vayan por ellos. Vuelven a sus casas y, de acuerdo con el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), regresan a las circunstancias que las motivaron a irse, pero a estas se añade el trauma de haberse expuesto a perderse en el desierto, ser víctimas de violencia, la deshidratación durante el viaje y la separación familiar.

“Esto puede alterar el desarrollo de los niños a largo plazo, incluso años después de regresar a su país. La exposición a situaciones traumáticas puede ocasionar la liberación prolongada de cortisol, la hormona del estrés, que daña la funcionalidad cerebral”, se lee en un informe de la entidad. 

El documento también subraya cómo cada día son detenidos 300 niños, niñas y adolescentes guatemaltecos, acompañados o no, cuando buscan llegar a Estados Unidos de forma irregular.

Miguel Ovalle, alcalde de Salcajá (Quetzaltenango) y presidente de la Asociación Nacional de Municipalidades (ANAM), no ve la migración de menores como un problema, sino como una costumbre heredada de generación en generación. “No se van tanto porque les falte algo aquí, sino porque tienen el ejemplo de un familiar cercano en Estados Unidos y quieren seguirlo”, asegura.

Se cuestionó a Ovalle sobre qué programas hay en su ciudad para frenar la migración de menores de edad y reconoció no tener ninguno. Se le preguntó si la ANAM anima a sus agremiados a crear oportunidades de desarrollo para los niños. Tampoco sucede.

A decir de Maldonado, no se ven en el corto plazo esfuerzos para frenar la migración infantil sin acompañante, pues en su investigación encontró que de cada Q100 del producto interno bruto, solo Q4 se invierten en oportunidades de desarrollo para niños. 

“Para detener esta situación, debería invertirse en necesidades básicas, como salud, educación y nutrición. De lo contrario, las niñas seguirán migrando porque este país no les ofrece nada. Se van por eso: porque no tienen nada qué perder”, concluye el economista.


“Esta nota es producto del Taller “Periodismo y Migración” que imparte el International Republican Institute (IRI), bajo la coordinación de Laboratorio de Medios, S.A. a periodistas de diversos departamentos de Guatemala. (La asistencia financiera y técnica que el Instituto Republicano Internacional (IRI) otorga para esta actividad es provista por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y es posible gracias al generoso apoyo del pueblo estadounidense.) Los puntos de vista y opiniones expresados en esta nota son de los autores y no necesariamente reflejan la política oficial de USAID o del gobierno de los Estados Unidos”.