Blanca Mora Araujo fue la esposa, la compañera, la divulgadora y la mejor relacionista pública de la obra del Premio Nobel de Literatura 1967. Aquí un retrato.
Por Ana Valdez
“La viudez de un escritor debe ser terrible si la compañera ha sido de verdad el ser viviente que ha sabido palpitar a su lado…¡A veces siento un grave miedo de faltarle!”, dijo Blanca Mora y Araujo del Piano mientras se asomaba a la ventana de una tarde lluviosa de mayo de 1968.
La columna de Acisclo Valladares Molina de aquel encuentro con la esposa de Miguel Ángel Asturias, unos meses después de la entrega del premio Nobel de Literatura el 10 de diciembre de 1967 al escritor, refleja el amor y el papel que ella imprimió a su vida.
Valladares la describe –en La Hora–, parada frente a la ventana de ese apartamento de la Rue de Courcelles 73 en París, como “delgada, rubia, pequeña, ojos celestes, frágil a nuestros ojos”. Para entonces Asturias tenía poco más de un año de haber asumido el cargo de embajador en Francia.
“Yo por ejemplo he sido una especie de alumna de su obra. Actualmente me he convertido en el lazo de unión de Miguel Ángel con quienes trabajan su obra”, así describió Mora su papel en la vida del premio Nobel de Literatura 1967. Era, según algunos escritores, el primer novelista latinoamericano en mostrar cómo el estudio de la antropología y de la lingüística influyeron en la literatur.
“Nuestra felicidad estriba en una especie de amistad que nos une: identidad de fines y tareas a realizar. Trabajamos intensamente en algo común: su literatura”, sintetizó. Estaba convencida, le dijo a Valladares, que el secreto de la felicidad estribaba en “vibrar como uno solo”.
Blanca Mora y Araujo del Piano nació el 2 de septiembre de 1905, en Corrientes, Argentina. Murió unos días antes de cumplir los 97 años.
“Venía del teatro y la radio de Buenos Aires, y había escrito su tesis sobre El Señor Presidente, obra de un casi desconocido Miguel Ángel Asturias, antes de toparse casualmente con el escritor en una librería de la capital argentina y enamorarse de él en la casa del escritor Oliverio Girondo”, refirió el actor y escritor Marlon Meza Teni en una columna dedicada a ella “Historia de amor de un 19 de octubre”.
“Es maravilloso, una mirada… y nos sentimos totalmente identificados. Creo que en mí encontró la paz”, Blanca Mora y Araujo, viuda de Asturias
El amor que redime
Asturias, graduado de abogado en 1923, se casó a los 40 años en 1939 con la viuda de un sobrino, Clemencia Amado, con quien procreó a Rodrigo y Miguel Ángel; en 1945 se divorció de ella, en México. Ese mismo año conoció en Buenos Aires a Mora Araujo, con quien se casó en 1950.
“Me resolví a casarme con él después de un delirium tremens. Lo encerramos y lo curamos, salió siendo mejor poeta de lo que entró. Cuando yo lo conocí dejó totalmente de beber”, contó Mora en una entrevista de Radio Televisión Española (RTVE) que concedió pocos años antes de morir.
Tenía que estar sentada frente a él. Si ella se levantaba la seguía a la cocina. Había 15 enchufes en la casa. La máquina era eléctrica. Él se levantaba a las 5 de la mañana y ella a moler el café, un café con leche para empezar el día.
“Si Miguel Ángel oía a Chopin no tenía duda que estaba escribiendo páginas de amor, si oía a Beethoven estaba escribiendo el drama de América, si oía a Vivaldi estaba describiendo Guatemala que era su pasión… Si oía tangos estaba escribiendo algo sobre Argentina o haciendo periodismo”, refirió Mora a RTVE
Además de compañera incansable, varios escritores que esbozaron la vida de la pareja reconocen en ella a su mejor relacionista pública y una pieza clave previo a ganar el premio en 1968, incluso muchos años después de la muerte del escritor.
Vivieron 28 años juntos, 26 casados. Para ella era su tercer matrimonio. Residieron en varias ciudades de España, entre ellas Madrid y Palma de Mallorca. Su última casa fue un chalet en la Bonanova, cercano a la fundación que lleva el nombre del Nobel y el estudio del pintor Joan Miró, casi vecina del Palacio de Marivent, residencia de verano de los reyes de España, describió el escritor Marcelino Arellano Alabarces quien la frecuentó durante muchos años.
Mora solía referirse al escritor como un hombre de izquierda, profundamente religioso. Ella entró en una etapa de rebeldía cuando cuestionó a Dios después de la muerte de Asturias como consecuencia de un cáncer detectado un año antes. “Nunca pude imaginar que Miguel Ángel se muriera…Yo no perdoné al cielo que venciera la póliza (el 9 de junio de 1974)”, dijo a la RTVE.
Minutos antes de su muerte Asturias le dictó cuatro estrofas. “En mis latidos llevo los tuyos y nadie sabrá lo que pasó…” fue la última línea. Antes de eso preguntó si Francois Miterrand había ganado las elecciones. Luego entró en agonía.
Las cenizas de Mora fueron trasladadas por su deseo expreso a París, al lado de su esposo en el cementerio de Pére Lachaise.
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