En comunidades de Suchitepéquez preocupa que algunas personas dependen exclusivamente del ingreso que sus familias envían mes a mes.
Por Cristian Soto
Boris Castro vive en la aldea Lolemi de San Pablo Jocopilas, Suchitépequez. Comunidad en la que, como indica “muchas familias cuentan con más de un pariente que reside en Estados Unidos y que les envía dinero para su sustento diario”.
Son millones de dólares los que se depositan, mes a mes o quincena a quincena, en diferentes ciudades estadounidenses con destino a Guatemala.
En julio 2021, esta cifra ascendió a mil 354 millones de dólares. Junio había roto todos los récords previos con mil 362 millones, según datos del Banco de Guatemala.
Los depósitos oscilan entre US$300 y US$500, como indica Alfonzo Méndez, periodista de Canal 31 en Los Ángeles California, y por lo general estos recursos se emplean para comprar alimentos, ropa o calzado, o para pago de servicios básicos o de estudios.
“Se nota cuando una familia empieza a recibir ayuda del extranjero” comenta Castro, quien es comerciante. “Son las que salen a comprar una refrigeradora o una estufa o cambian la lámina o la pila de su casa”.
Sin embargo,el recibir remesas ha generado un fenómeno preocupante: personas que dejan de trabajar porque se conforman con lo que reciben del extranjero. “Lo vemos con frecuencia”, dice Castro. “Cada vez es más habitual que finqueros o empresarios locales salgan a buscar mano de obra en otros departamentos. Y eso nos afecta, porque el dinero se va a otros sitios”.
La percepción de Castro la confirma Julio Meza de la empresa de recursos humanos Zona de Talento, con sede en Mazatenango. “Hemos visto que algunos jóvenes dejan de estudiar o no les interesa aprender algún oficio y, cuando salen a buscar un empleo, se dan cuenta de que no están capacitados para hacer nada, porque siempre dependieron de la remesa y no les preocupó su futuro”, afirma.
Y esto se ve especialmente en los municipios de San José El Ídolo, Santo Tomás la Unión, Samayac, Zunilito, San Francisco Zapotitlán y Mazatenango,los que reciben más remesas que el resto de comunidades de Suchitépequez, según Meza.
Otro fenómeno vinculado con la migración y el envío de remesas está relacionado con la deuda que se contrae con el coyote, la persona a la que se le contrata para llevarlos a Estados Unidos. “A algunas familias les toma hasta dos años salir de los préstamos que tuvieron que hacer en su momento”, comenta Byron Vásquez, presidente de la Casa de la Cultura de Los Ángeles California. “Y muchos otros no comprenden el sacrificio que se hace para poder venir hasta acá. O se les olvida”.
“Se de jóvenes que se la pasan jugando toda la tarde o de personas en edad de trabajar que no hacen nada porque están confiados en que su depósito les llega puntual cada fin de mes” amplía Vásquez, cuya familia vive en Chiquimula. “Nos estamos corriendo el riesgo de que esta generación no sea capaz de valerse por sí misma si la remesa deja de llegar”.
“Hay un poco de todo”, concluye Juan Ciani, vecino de Suchitepéquez y líder de la sociedad civil. “Es cierto que hay personas que malgastan el dinero de la remesa que se gana con mucho esfuerzo. Pero otros ponen tiendas de ropas, compran terrenos, construyen una vivienda o adquieren un vehículo para poder trabajar. La clave es saberlas utilizar.”
“Esta nota es producto del Taller “Periodismo y Migración” que imparte el International Republican Institute (IRI), bajo la coordinación de Laboratorio de Medios, S.A. a periodistas de diversos departamentos de Guatemala. (La asistencia financiera y técnica que el Instituto Republicano Internacional (IRI) otorga para esta actividad es provista por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y es posible gracias al generoso apoyo del pueblo estadounidense.) Los puntos de vista y opiniones expresados en esta nota son de los autores y no necesariamente reflejan la política oficial de USAID o del gobierno de los Estados Unidos”.