No toda la cosecha llega a los puntos de venta, pero eso no siempre significa que se almacene, sino en realidad se pierde.
Por Carmen Valle
En Guatemala, uno de cada dos niños tiene desnutrición crónica según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por sus siglas en inglés) y esto no solo afecta a su presente porque disminuye su concentración y competencias, sino también a su futuro, porque suelen dejar la escuela y tienen menor oportunidad de conseguir un empleo adecuado en la adultez.
A pesar de ese problema, el país pierde el 13.8 por ciento de cada tonelada métrica de alimento, de acuerdo con el Observatorio Económico Sostenible (OES) de la Universidad del Valle. Esta, a diferencia del desperdicio, se da durante la cadena de suministro, desde la siembra hasta llegar a las manos de los compradores mayoristas.
Para hacer el cálculo se tomaron los alimentos con mayor relevancia en la canasta básica desde 2015, los cuales son a la vez los de mayor porcentaje de consumo y son prioritarios en la Seguridad Alimentaria y Nutricional (SAN) del país. Entre ellos se encuentran el tomate, la papa, el frijol, arroz, azúcar, leche, huevos y banano.
Los ejes de la SAN, de acuerdo con el coordinador de la escuela de nutrición de la Universidad Panamericana, Jorge Pernillo, son tener disponibilidad de comida, mejorar el acceso a ella, capacitar a las personas para comer de forma saludable y ampliar el acceso a saneamiento. Estos deberían trabajarse al mismo tiempo para comenzar a superar el lastre de la desnutrición. Sin embargo, el primero de ellos es el más afectado por la pérdida de alimentos, pues “cuando eso pasa, se reduce la oferta. Los productos existentes encarecen porque los agricultores deben recuperar la inversión hecha en lo que se perdió, y eso impacta en la economía de todos, pero sobre
Los alimentos con mayor pérdida son el tomate (11.8 por ciento), la papa (13 por ciento), el frijol (15.4 por ciento) y el banano (20 por ciento). El último no solo reduce la disponibilidad a nivel nacional, sino también genera problemas para quienes exportan, porque tienen menos producto para enviar al extranjero.
A decir de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) la importancia de evitar estas mermas radican en que, al reducirse, las personas tendrían un crecimiento económico, mejoraría la SAN en el país y se mitigarían los efectos ambientales de la producción.
La responsabilidad municipal
Según Rosal, los daños a los alimentos podrían ser menores si se dedicaran fondos públicos a las mejoras de los procesos desde los productores hasta la llegada al punto de venta. “A veces ocurre la merma porque al agricultor le falta equipo o no tiene la tecnología necesaria para una buena cosecha. Si una municipalidad ve la agricultura como motor económico de su ciudad, podría invertir en tecnificar a quienes se dedican a esto”, añade.
Sugiere destinar una parte del presupuesto municipal a capacitar a los productores, a mejorar el uso del suelo, a mejorar el estado de las carreteras para evitar daños al alimento durante el transporte y a aumentar el acceso a servicios como el agua, pues es imprescindible en el riego. También recomienda supervisar las bodegas de los mercados, pues algunos productos se arruinan también cuando hay un almacenamiento inadecuado.
A nivel nacional, el ministerio de Comunicaciones admite no tener asfaltado al menos el 57 % los caminos. Esto implica una dificultad para Guatemala porque, como se lee en el documento, ralentiza el desarrollo de algunos de los pilares con más aporte al producto interno bruto, como la agricultura y la industria manufacturera.
Otros alimentos con merma en el país son la cebolla (9 %), la leche (12 %) y el huevo (8.5 %). Por el contrario, el producto donde esto casi no sucede es el arroz (0.39 %), mientras el azúcar no tuvo pérdidas.