Asturias y Neruda, el club de los poetas gordos

09 junio 2024

Murieron apenas con nueve meses de diferencia hace medio siglo. Compartieron sus gustos por los viajes, la comida, su amor por las letras y sus ideales. Ambos ganaron el premio Nobel de Literatura.

Comiendo en Hungría, de Pablo Neruda y Miguel Angel Asturias.
Crédito de la fotografía: Gabriela Manuli

Por Ana Valdez

Se hacían llamar a sí mismos “los poetas gordos”. Miguel Ángel Asturias y Pablo Neruda, cuyo nombre verdadero era Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, compartieron durante más de tres décadas sus gustos por la buena comida, las letras y sus afinidades políticas.

Durante un viaje a Hungría decidieron escribir juntos un libro que es una mezcla de crónicas de viaje, poesía y crónicas gourmet que revelan el lado más desenfadado y un profundo sentido del humor de ambos escritores, sin dejar de lado la crítica social.

En 1965, durante la Guerra Fría ambos fueron invitados por el gobierno socialista húngaro que pagaría la edición de un libro, publicado por editorial Lumen, en 1969.

Pablo Neruda y Asturias, ambos ganaron el Premio Nobel de Literatura con cuatro años de diferencia.
Pablo Neruda y Asturias, ambos ganaron el Premio Nobel de Literatura con cuatro años de diferencia. Foto: Santiago Nostálgico / Flickr

Odas al goulash y al vino

El guatemalteco y el chileno, premios Nobel de Literatura en 1967 el primero y 1971 el segundo, escribieron juntos odas al goulash, las sopas y el vino húngaro.

Los amigos decidieron llamar a su obra: “Comiendo en Hungría” o también bautizada como “el alegato del buen comer”. Neruda la catalogaría siempre como “un libro feliz”.

“A dietistas y modistos se agregan en esta campaña contra la vida, el existir, el gozar, el comer, el beber, las religiones. El pecado. El ayuno. El no promiscuar en día de guardar. Prohibido el cerdo. Prohibida la carne de vaca y los alimentos que ha tocado o que simplemente ha visto un intocable. La gula. El infierno. Los inmensos tenedores de fuego en las bocas abiertas de los que hartaron. Las caras en forma de quesos, quesos con agujeros, y por uno de esos agujeros asomando los ojos cristalizados por el alcohol. ¡Ay de aquellos que se hartaron! ¡Ay de los que llenaron sus vientres por la gana de comer, porque no tuvieron hambre!”.

Escribieron a cuatro manos Asturias y Neruda.

Sin miramientos los Nobel, que aún no habían recibido esa distinción, hicieron una crítica al “café sintético”, “al más ácido bórico que mantequilla”, “a los huevos de incubadora” y también a “los vinos en agua pintada”.

Además, el libro es una condena al afán, a la amargura y al olvido de la convivencia. “La vida está condenada a no ser, y no es. Derrota espectacular. Y la supresión de la mesa, del convivio, rico o humilde, implica la desaparición de tantas cosas bellas”, apuntan.

Entre las críticas gastronómicas no queda atrás la crítica social. “Y ya no se come. De diez hombres, ocho comen. Los demás mueren de hambre. Ya no se trata entonces del buen comer y la buena mesa sino del simple comer para vivir”.

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El “compañero chompipe”

En 1943 Neruda visitó Guatemala. En sus memorias el chileno hizo alusión a sus recuerdos de la visita de una semana a la casa del Cerrito del Carmen y al barrio de La Candelaria en donde vivía la familia Asturias. Desde entonces se forjó una amistad a la que solo separaría la muerte.

Años después, mientras Neruda huía de Chile del régimen del expresidente Gabriel González Videla (1946-1952) se pondría en contacto con su viejo amigo Asturias.

Carlos Alberto Navarrete Cáceres, premio Nacional de Literatura, citando las palabras de Neruda, revive este momento: “En tales aprietos recordé algo que dormía en mi memoria. El novelista Miguel Ángel Asturias, mi viejo amigo centroamericano, se hallaba probablemente en Buenos Aires, desempeñando un cargo diplomático de su país, Guatemala. Teníamos un vago parecido fisonómico. De mutuo acuerdo nos habíamos clasificado como “chompipes”, palabra indígena con que se designa a los pavos en Guatemala y parte de México. Largos de nariz, opulentos de cara y cuerpo, nos unía un común parecido con el suculento gallináceo”.      

Asturias y Neruda fueron cómplices de letras, ideas políticas y buen comer.
Foto tomada de Guatemala.com

Asturias le prestó su pasaporte diplomático a Neruda y valiéndose de su parecido salió de Argentina, llegó a Uruguay, atravesó aeropuertos y vigilancias policiales hasta llegar a París “disfrazado” del escritor guatemalteco.

En 1954 era Asturias el exiliado. El entonces presidente Carlos Castillo Armas lo dejó sin documentos. En su viaje de El Salvador hacia la Argentina, el escritor guatemalteco hizo una escala de varias semanas en Isla Negra, Chile, para visitar a Neruda.

Asturias muere el 9 de junio de 1974, en Madrid.
Portada del diario Prensa Libre, 10 de junio de 1974.

Nueve meses entre una y otra muerte

Neruda murió de un cáncer el 23 de septiembre de 1973, aunque la causa real de su muerte sigue discutiéndose por expertos hasta hoy. “¡Que no hablen de tu muerte! Yo te proclamo vivo. ¡Que no hablen de tu muerte! Y al reclamarte Chile, le respondes: ¡Presente!” escribió Asturias en honor a su entrañable amigo.

 Unos meses antes del fallecimiento de Neruda, en abril de ese mismo año, Asturias fue diagnosticado de pólipos intestinales que lo obligaron a someterse a una cirugía de la cual se recuperó.

Sin embargo, al año siguiente mientras se encontraba en Sevilla, durante la inauguración del año Lascasiano enfermó gravemente. Murió en el hospital La Concepción de Madrid, el 9 de junio de 1974.

Lo invitamos a navegar por el especial Expediente Nobel 1967: Es el caso de hablar sobre Asturias

Ana Carolina Alpírez

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