Proteger los parques en Petén significa enfrentar amenazas, ingobernabilidad y patrullajes con recursos limitados.

Por German Carranza
“Me retuvieron dos veces. En una ocasión, durante el desalojo de un asentamiento ilegal, nos encañonaron y nos llevaron a una escuela. La gente nos gritaba y afilaba sus machetes frente a nosotros para intimidarnos”, recuerda Melvin Cajbón, guardarecursos desde hace 17 años. Inició en este oficio a los 19 años y hoy, con 36, continúa patrullando.
Su testimonio muestra la realidad de quienes protegen los parques y las reservas naturales, sobre todo en zonas marcadas por la ingobernabilidad.
En Petén la presencia del Estado es débil. Los guardarecursos son los primeros en enfrentar a invasores, cazadores y grupos criminales que avanzan sobre la selva. Lo hacen con un machete en la mano, mientras los infractores llevan armas de fuego y los superan en número.
“Cuando escuchamos una motosierra vamos a investigar. Muchas veces los taladores huyen, otras nos apuntan con la escopeta”, relata Cajbón. Él está asignado al Centro de Operaciones Interinstitucional (COI) en San Miguel La Palotada, San Andrés, Petén, una de las entradas a la zona de usos múltiples de la Reserva de la Biosfera Maya (RBM).
Ojos y oídos del Conap

Los guardarrecursos recorren a pie largas distancias en la selva. Son los ojos y oídos del Consejo Nacional de Áreas Protegidas (Conap) en el campo.
Su labor diaria consiste en vigilar la tala clandestina, la cacería ilegal y la expansión agrícola dentro de las áreas protegidas. “Hacemos recorridos de rutina, mantenemos la brecha de límite y verificamos que no estén talando árboles ni invadiendo tierras dentro del parque”, explica Romando Ordóñez, guardarecursos desde hace ocho años y asignado al Parque Arqueológico El Ceibal.
Ordóñez conoce de primera mano el riesgo. En 2024, tras acompañar en la captura de un talador ilegal en el Parque Arqueológico Aguateca, fue amenazado. “Esa persona me reconoció en el pueblo y me advirtió que se la debía y que se la iba a pagar de una u otra forma”, recuerda.
Para protegerlo, lo trasladaron a otra área.
No es un caso aislado. Rafael Ceballos, subdirector regional del Conap en Petén, confirma que varios guardarecursos han recibido amenazas y algunos incluso renunciaron por temor. “Por trabajar en la institución ya lo vinculan a uno. Te dicen: vos sos el que me puso el dedo y crean un ambiente hostil”, comenta.
Patrullar con poco

En algunos recorridos, los guardarecursos son acompañados por agentes de la División de Protección a la Naturaleza (Diprona) de la Policía Nacional Civil (PNC) y por elementos del Ejército. Sin embargo, esa presencia no es permanente.
Un guardarecursos del Parque Nacional El Rosario, administrado por el Instituto Nacional de Bosques (Inab) en Sayaxché, Petén, quien pidió no revelar su nombre, comentó que trabajan sin respaldo. “Cuando necesitamos el acompañamiento de Diprona debemos cubrirles el transporte y la alimentación. De lo contrario, los agentes no se movilizan”, relató.
En el Parque Arqueológico El Ceibal cuentan con dos agentes de Diprona de forma permanente, pero deben cubrir sus gastos de transporte y alimentación.
En el COI, los guardarecursos son acompañados por seis agentes de Diprona. Los elementos del Ejército, en cambio, no han regresado, antes contaban con 30 soldados y un subteniente destacados en el área.
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Esta nota es producto del Diplomado Fundamentos de la Conservación de la Naturaleza, apoyado por la Fundación Luis von Ahn y Defensores de la Naturaleza, coordinado por Laboratorio de Medios. Los autores son los responsables del contenido.