“Perdí mi terreno, no pude pagar la deuda contraída por el viaje”

12 noviembre 2021

Esta es la historia de José Elías Pérez, de San Miguel Siguilá, que perdió su propiedad. El préstamo original de Q50,000 para pagar al coyote se convirtió en Q202,600.

Los coyotes ofrecen tres intentos por el mismo precio. Esta fotografía fue tomada en el parque de San Miguel Siguilá. Crédito: Fernando Castro.

Por Óscar de León

José Elías Pérez decidió a fines de 2018 migrar a Estados Unidos en busca de trabajo. Contrató los servicios de un coyote conocido de su familia que le cobró Q50,000 por llevarlo, y el préstamo con un usurero. No pudo optar por un préstamo bancario porque su propiedad no estaba registrada.

No llegó al primer intento. Lo consiguió al cuarto, en noviembre de 2019. Y todo esto alteró sus planes. La deuda original que contrajo en San Miguel Siguilá (Quetzaltenango) se convirtió en Q202,600 y no pudo hacerle frente. Esta es su historia.

Inseguridad y extorsiones

José Elías Pérez dejó su trabajo como piloto de bus a causa de la inseguridad y el cobro de extorsiones. A sus 49 años, no encontraba empleo ni en su localidad (San Miguel Siguilá) y tampoco en la cabecera departamental. La desesperación por no tener recursos para sostener a su esposa y sus tres hijos de seis, ocho y 15 años, lo llevó a migrar a finales de 2018.

“En junio de ese año empecé a ver quién me llevaba y cuanto me saldría el viaje para Estados Unidos. Unos familiares me recomendaron a quien había transportado a otros conocidos. Dijo que me costaría Q48 mil, porque mi familia era su cliente”, dice.

Agrega que realizó el trato con el guía que consistía en tres intentos. “Le di la mitad del dinero aquí en Guatemala antes de emprender el viaje y el resto cuando ya estuviera en mi destino”.

Para pagar su viaje, Pérez acudió a los bancos para solicitar un préstamo, pero como la escritura de su inmueble no está registrada no pudo hipotecarla. Así no le quedó más alternativa que acudir a un prestamista.

“Me dio Q50 mil quetzales, a una tasa de 14% de interés mensual, por lo que tenía que abonar Q2,500 mensuales. Solicitamos el préstamo para un año, porque el coyote me aseguró que en el primer intento pasaba, pero eso no fue así”, señala.

“Salimos en agosto de 2018 y Migración nos capturó tres veces.  La primera en Tapachula, cuando abordamos el tren. Nos deportaron en 72 horas. Luego volvimos salir en octubre y nos detuvieron en Veracruz, y el último intento fue en enero de 2019. Ya habíamos pasado todo México y estábamos por cruzar el desierto de Sonora, cuando nos agarraron y encarcelaron más de 20 días, luego nos enviaron de regreso”.

Mercado de San Miguel Siguilá. Los espacios fueron redistribuidos para mantener la distancia como lo establece los protocolos de la pandemia. Foto: Municipalidad.

Sin suerte

Los planes de Elías Pérez no resultaron como esperaba y no le quedó otro remedio que pedir una ampliación del crédito, pero esta vez quien viajó fue la esposa. “Ya teníamos seis cuotas atrasadas. El prestamista dijo que si lo ampliaba tendríamos nuevas cláusulas. Nos otorgó otros Q50 mil, con eso ya sumaban Q100 mil de deuda, más Q15 mil de interés y cuotas atrasadas. Ibamos ya por Q115 mil”.

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Ella se fue en marzo, pensó que por su condición de mujer tendría suerte. Sin embargo, la capturaron en el desierto y deportada en junio. Regresó enferma y no quiso volver a intentarlo. Así que su esposo fue quien decidió usar ese segundo intento, en octubre de 2019.

“Durante el viaje de mi esposa a Estados Unidos, busqué un empleo, pero lo que nos pagan aquí en Guatemala es mínimo. No era suficiente para pagar la gran deuda adquirida, así que me fui con el coyote y en noviembre llegué a la ciudad de Atlanta. En diciembre me dieron trabajo, en una tienda de hispanos”.

“Al principio ganaba poco, me alcanzaba para pagar la renta y la deuda. Trabajé un par de meses hasta 2020, pero con la llegada de la pandemia cerraron todos los lugares y nosotros los migrantes, sin papeles, fuimos despedidos. No pudimos obtener ayuda del gobierno y mi deuda fue creciendo”, comenta.

El recorrido hacia Estados Unidos puede ser por tren. A José Elías Pérez lo detuvieron en Tapachula. Foto: Fernando Castro.

En junio 2018, la deuda era de Q50 mil , se amplió en enero 2019 a Q100 mil, tiempo después se le sumó una mora de Q15 mil y las nuevas cláusulas establecían  que al llegar el plazo y no pagar, el interés pasaba a ser parte de la deuda como capital. En mayo de 2019 se cumplieron 12 meses y al finalizar el año era de  Q145 mil.

“Nuestra cuota mensual pasó de Q2,500 a Q4,800 mensuales y a fines de mayo del año pasado (2020) debía Q202,600. Por la falta de pago, el prestamista se quedó con mi propiedad. Me pagó Q220.000.  Mi familia sobrevivió unos días con la diferencia, pero como no había empleo ni podía mandarles dinero, duró poco”.  

Pérez explica que en Estados Unidos la situación está difícil. “A la semana solo tengo 36 horas de trabajo y con el pago de la renta, gastos que hago aquí y lo que envió a mi familia, no me queda mayor cosa para pagar la deuda que adquirí para que mi familia se sostuviera”.

“Con la oportunidad que me ha dado este país, estamos sobreviviendo, tanto aquí, como allá.  Lo único es que al regresar, ya no tendré la tierra que perteneció a mis abuelos y mis padres y que había conservado por más de 30 años”.

Una inversión

José Luis Siguil, consultor en tema migratorio, resalta que las deudas contraídas para migrar son muy altas y que se incrementan por las altas tasas de interés que cobran los prestamistas muchas veces son del 10 al 15 por ciento mensual, lo que representan un 120 a 180 por ciento anual. “Se convierten en esclavos para lograr pagar”.

No existe una estadística de cuantos casos hay de personas que perdieran de esta forma sus propiedades. Esto es un negocio, hay surgido más usureros en municipios de Quetzaltenango y en la región altiplano.

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Esta nota es producto del Taller “Periodismo y Migración” que imparte el International Republican Institute (IRI), bajo la coordinación de Laboratorio de Medios, S.A. a periodistas de diversos departamentos de Guatemala. (La asistencia financiera y técnica que IRI otorga para esta actividad es provista por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y es posible gracias al generoso apoyo del pueblo estadounidense). Los puntos de vista y opiniones expresados en esta nota son de los autores y no necesariamente reflejan la política oficial de USAID o del gobierno de los Estados Unidos.

Ana Carolina Alpírez

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