La falta de oportunidades laborales ha llevado a las familiar a viajar a Estados Unidos. El impacto de las remesas se refleja en las construcciones.
Por Claudia Lepe
“Con el fluir de la migración temo que mañana o en diez años, solo Ingrid Gamboa vivirá en Livingston”, dijo con tristeza la líder comunitaria de este municipio de Izabal, ubicado a 462 kilómetros de la ciudad de Guatemala. Solo se puede ingresar por lancha desde el embarcadero de Puerto Barrios. El recorrido tarda 40 minutos y el pasaje cuesta Q50 por persona, ida y vuelta.
Según Gamboa, son pocos los que se han resistido a abandonar el territorio y buscar el sueño americano. Otros se han trasladado a otros departamentos del país porque este lugar carece de fuentes de trabajo.
“Nuestra economía gira en torno al turismo, el 80 por ciento de población depende del mismo. Pero las características geográficas de Livingston dificulta que las empresas inviertan y esto obliga a los vecinos a buscar oportunidades en otros lugares”, agregó Daniel Pinto Peña, el concejal primero que asumió como alcalde tras la muerte de Luis Xol Rax.
Hace 70 años
Esta migración, por la falta de fuentes de trabajo, comenzó en los años 50, indicó Gamboa. La misma ha crecido de manera gradual.
Gloria Silva, líder del movimiento de mujeres garífunas del municipio, recordó que la primera garífuna que migró a Estados Unidos fue Sara Gundri, a finales esa década, “Ella ayudó a muchos hermanos a irse para allá”. En esa época, quienes ya vivían en el país del norte, tramitaban en municipalidad el cambio de apellido a sus conocidos para reclamarlos como familiares y que pudieran migrar legalmente. “Pero eso ahora ya no se puede hacer, porque es ilegal”, resaltó la entrevistada.
Ambas coincidieron en que la población garífuna de Livingston ha disminuido a la migración masiva hacia Estados Unidos. En los últimos años se dio el éxodo de madres solteras con sus hijos, y de padres de familia que envían remesas a sus hijos.
“Ahora existen viviendas de concreto de dos o tres niveles, los propietarios regresarán a vivir aquí cuando se jubilen”, puntualizó el alcalde,
“Muchos mandaron a hacer casas enormes que solo las ocupan para vacacionar. Pero yo no los quiero ver como turistas, sino que sean parte de la comunidad”, afirmó Gamboa.
El desarrollo es solo para aquellas familias que se fueron. De acuerdo con Pinto, lo que más les preocupa es que con la migración se pierde el idioma, la cultura y “con el tiempo nuestro pueblo”.
Una población invisibilizada
Se consultó con el Ministerio de Relaciones Exteriores, el Instituto Nacional de Estadísticas y a la propia municipalidad sobre datos desagregados de la población garífuna. Ninguno los tiene.
Según Pinto, la alcaldía carece de un registro de las personas que han migrado. Lo que sí puede decir es que “cada vez son más las personas del occidente del país que ocupar el lugar de la población garífuna”.
En Estados Unidos, se encuentran ubicadas una embajada en Washington DC y 22 consulados, solo en el de Nueva York atienden a la población garífuna en su idioma materno, el garífuna.
Esta nota es producto del Taller “Periodismo y Migración” que imparte el International Republican Institute (IRI), bajo la coordinación de Laboratorio de Medios, S.A. a periodistas de diversos departamentos de Guatemala. La asistencia financiera y técnica que IRI otorga para esta actividad es provista por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y es posible gracias al generoso apoyo del pueblo estadounidense. Los puntos de vista y opiniones expresados en esta nota son de los autores y no necesariamente reflejan la política oficial de USAID o del gobierno de los Estados Unidos.