La tarea de abastecer de agua a sus familias recae sobre las mujeres quienes deben caminar kilómetros para encontrarla. La falta del recurso violenta su derecho a salud, según informe.

Por Pilar Rodríguez
“A veces, solo tomamos un vaso de agua al día cada uno. No hay más agua que eso”. Se bañan solo una vez por semana y no cuentan con inodoro. Con frecuencia se enferman de gripe y diarrea.
La de María Osorio es una familia de cuatro personas en Santa María Chiquimula, Totonicapán. Ahí, la Organización no Gubernamental (ONG) Human Rights Watch (HRW), recoge su testimonio y lo incluye en su informe “Sin agua, no somos nada”. Es acerca de la falta de agua en Guatemala y la necesidad de una ley que resuelva la desigualdad de su distribución.
En la presentación de los resultados, la organización dio a conocer que de las 108 personas entrevistadas de comunidades con mayoría indígena, entre ellas María Osorio, 103 eran mujeres. Ellas son las más afectadas.
Llevar agua es una tarea de las mujeres
El estudio recoge datos de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) 2023. “En todo el país, cerca del 11 % de las mujeres y el 8 % de los niños de entre 7 y 18 años, transportaron agua para uso doméstico el día anterior a la encuesta”. En el caso de los hombres, fue el 7 %.
También mencionan que las mujeres y niñas son quienes asumen las tareas relacionadas con el agua en sus hogares. “Su recolección y almacenamiento, tratamiento y racionamiento, cocina y limpieza e higiene y cuidado de la salud de los niños”, dice el estudio, queda en manos de ellas.
Angélica L. (un seudónimo dado por HRW), una niña de 16 años, cada mañana carga en la espalda a su hijo de dos años mientras camina una hora de ida y vuelta, para recolectar agua de un pozo. La distancia limita la cantidad que puede acarrear a su hogar.
Silvia Trujillo, socióloga, dice que los datos del estudio demuestran que la división sexual del trabajo sigue presente y profundamente arraigada en la sociedad. Añade: esto responde a normas culturales muy arraigadas, pero tiene profundas consecuencias en el desarrollo, salud, educación y en su autonomía y la participación política.

La falta de acceso crea un entorno que agudiza las dificultades de desarrollo para las niñas y mujeres, según Trujillo. Indica que una de las razones por las que dejan la escuela es porque deben ayudar a su mamá en casa. Eso retrasa su desarrollo.
“Esas horas que mujeres y niñas dedican a la búsqueda de agua, a la atención de la familia o al aseo, son parte de lo que se llama trabajo reproductivo”. Se refiere al trabajo que no se paga ni se reconoce, amplía la socióloga.
Las municipalidades tienen herramientas
Trujillo explica que es difícil que desde el ámbito municipal se puedan diseñar planes y políticas públicas que prioricen a mujeres y niñas si no se cuentan con datos desagregados por género, por edad y con perspectiva de pueblos originarios.
Construir infraestructura comunitaria también es vital. “Recuerdo que en San Andrés de Semetabaj, Sololá, a nivel comunitario, los vecinos tuvieron que pagar y entubar el agua por su cuenta, porque la municipalidad no lo resuelve”, cuenta. A nivel educativo, la alcaldía no prioriza a las niñas porque ellas dejan de asistir a la escuela por acarrear agua. La falta del recurso limita sus opciones de higienización durante sus periodos menstruales.
Si no se propicia la participación política de las mujeres, ellas no pueden hacer llegar sus demandas. Sugiere integrarlas al proceso de planificación de agua y saneamiento.
No se puede vivir sin tomar agua
Diecinueve mujeres de la comunidad de Buena Vista, en el municipio de Jalapa, dijeron a HRW que ellas y sus familias dependen de letrinas o pozos ciegos, agujeros excavados en el suelo, como única opción de servicios sanitarios.
La Organización también realizó entrevistas en Santa María Chiquimula, Totonicapán, donde las mujeres dijeron que utilizaban pozos ciegos como único servicio de saneamiento. Una mujer aseguró que compartía el mismo pozo con otras 7 personas.
Patricia Cortez, directora interina del Hospital Regional de Cobán, está de acuerdo con que el agua es vital para la higiene. Sin embargo, no es la causa de infecciones urinarias. “Dificulta la vida durante la menstruación, pero no provoca infecciones”. La mayoría –en mujeres– tienen más que ver con infecciones de transmisión sexual (ITS) y con bacterias por hábitos de limpieza inadecuados.
Y vivir «sin tomar agua» no es viable, continúa la médica. Pero la gente no toma en cuenta la ingestión de frutas, vegetales y otros que la contienen.
Trujillo, en tanto, asegura que con un vaso de agua al día, o incluso con agua contaminada, el derecho a la salud se pone en riesgo. “Seguimos teniendo mortalidad materna por problemas que podrían fácilmente resolverse con la potabilización del agua”.
La falta de agua violenta varios derechos
Trujillo observa otros derechos vulnerados por medio de la falta de agua. El acceso al trabajo, por ejemplo, si las mujeres afectadas laboran fuera del hogar, puede que falten por tener que acarrear recursos desde los pozos o ríos.
“Ahí hay una labor de prevención que las municipalidades, por la vía de las direcciones municipales de la mujer o de las direcciones municipales de juventud, pueden hacer”, instruye. “¿Qué pasaría si las municipalidades hicieran propuestas de comunicación que cuestionen estas normas sociales y estos roles tradicionales?”, cuestiona.
Propone empezar a mostrar imágenes de hombres realizando tareas del ámbito privado,como acarreando agua u ocupándose de la crianza de niños y niñas.
El derecho a la educación también se ve vulnerado. “Si las niñas faltan cuatro o cinco días por mes a la escuela por su periodo y falta de acceso a la higiene, obviamente su desarrollo escolar no va a ser el mismo”. A esto se suma que puede haber ausencias por el tiempo empleado para ayudar al acarreo. Trujillo advierte del riesgo de violencia sexual a la que pueden estar expuestas las mujeres en el trayecto en busca de agua.
Casi 3 millones a pie
El estudio de HRW muestra que casi 3 millones de personas viven en hogares donde el agua debe transportarse a pie. Para más de 300 mil personas el recorrido toma más de una hora. El 42 % de las personas que transportan el agua a pie vive en situación de pobreza y el 32%, en situación de pobreza extrema.
Cortez reconoce que normalmente son las mujeres las que tienen a su cargo la recolección de agua. En la zona norte de Alta Verapaz, dice, las fuentes de agua están en los ríos o en ríos subterráneos. Se colecta agua de lluvia a través de aljibes, un depósito subterráneo de almacenamiento, o «yendo al río».
Explica que las municipalidades tienen la obligación de invertir un porcentaje de sus ingresos en agua y saneamiento, como lo indica el Código Municipal.
Pero las comunas aducen la falta de «certeza jurídica» para identificar y aprovechar fuentes de agua o introducir las tuberías de agua que se requieren.
“Muchas veces las fuentes de agua están en terrenos privados, no comunitarios”, dice. “Ellos (los alcaldes) aseguran que este tipo de proyectos les causan pérdida económica, ya que no los logran ejecutar en tiempo, porque los terrenos no son municipales”.
Por esto, la cloración del agua para su potabilidad es irregular y no se asegura que sea apta para el consumo humano.
Las Direcciones De Redes Integradas De Servicios De Salud (DRISS) y las municipalidades, a través de saneamiento ambiental pueden cooperar en la certificación de la calidad del agua. La mayoría de las Direcciones tienen equipo y recursos para análisis de laboratorio de la calidad del agua, dice Cortez.