Al menos cinco municipios tienen proyectos sostenibles de abastecimiento cuyo origen fue la organización comunitaria. Ellas los lideran y lo describen: “son una bomba”.

Por Carmen Maldonado Valle
En Nahualá, Santa María Visitación, San José Chacayá, Santa Lucía Utatlán y la cabecera de Sololá, seis de cada diez habitantes son mujeres, según el último censo. Ante la falta de agua en las comunidades más alejadas del casco urbano, ellas se aliaron con la cooperación internacional y los gobiernos locales para abastecerse.
Las cinco ciudades tienen otro rasgo en común: pertenecieron o pertenecen a la mancomunidad Tz’olojyá (Manctzolojyá), formada por municipios ubicados en la cuenca del lago de Atitlán. Esta, además de gestionar recursos propios a partir de los aportes de las municipalidades miembros, crea alianzas con organizaciones internacionales para crear oportunidades de distribución y utilización sustentable del agua.
En 2012, sus integrantes eran Sololá, San José Chacayá y Santa Lucía Utatlán. Para entonces estos tenían un estimado de 136 mil 440 habitantes en caseríos rurales con poco acceso al agua, de acuerdo con la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID).
A partir de entonces las comunidades, lideradas sobre todo por mujeres, buscaron financiamiento y asistencia técnica por parte de ambas entidades para elaborar sistemas de distribución y captación acuífera. El aporte de Manctzolojyá (la cual se mantiene con las cuotas de las municipalidades que la integran) fue de US$2 millones, mientras el de AECID, de US$11 millones, con lo cual podrían sostenerse durante tres años.
Según el personal de la cooperación española, las iniciativas en cada municipio fueron distintas y se dieron de acuerdo con la disponibilidad de recursos naturales en cada territorio. En Santa Lucía Utatlán, por ejemplo, “las mujeres compraron un nacimiento de agua y acudieron a nosotros para elaborar el proyecto de distribución para hacerlo sostenible. Elaboraron reglamentos e involucraron a todos los pobladores para hacer funcionar su idea”, explica.
En Santa María Visitación también se elaboraron sistemas de entubado para los hogares y a la fecha estos continúan en funcionamiento, mientras la alcaldía se encarga de los gastos de mantenimiento y limpieza del agua.
“Formamos parte de Manctzolojyá hasta 2021, donde aportábamos Q10 mil mensuales. Nuestros proyectos de agua ya son sostenibles, lograron una cobertura municipal casi total y consideramos que es mejor invertir en ellos esa cuota”, cuenta el alcalde, Mario Roberto Dionisio. “Aquí el agua tiene enfoque equitativo. Tanto el acceso como las obligaciones relacionadas con este recurso aplican por igual para hombres y mujeres. Ellas participan sobre todo en los cocodes y son quienes impulsan estos planes ante la municipalidad”, añade.
Aunque Santa María Visitación ya no pertenece a Manctzolojyá, el trabajo respecto al agua permanece. Lo mismo sucede con la escuela de tejidos, donde la municipalidad enseña a las mujeres a hacer los güipiles del lugar para mantener la identidad cultural y darles herramientas para obtener ingresos económicos, pues si así lo prefieren pueden vender estas prendas. Desde 2020, la comuna ha invertido Q227 mil 549 en los materiales.
San José Chacayá, en tanto, aún forma parte de la mancomunidad y gracias a ello realiza el programa “Tejiendo vidas libres de violencia” donde, como en Santa María Visitación, se enseña a elaborar indumentaria maya y se brinda a las interesadas un kit con hilos y telas para bordar las piezas.
Manctzolojyá además da charlas a las habitantes sobre empoderamiento femenino y señales de alerta ante el maltrato. Los mensajes también se difunden en redes sociales y en estas, a su vez, se imparten diplomados sobre derecho y la importancia de romper ciclos violentos.
Los pantalones bien puestos. La falda también
Según Giovanni Godoy, trabajador de la oficina municipal de agua en Santa Lucía Utatlán, a raíz de las iniciativas de distribución del recurso, la alcaldía se encarga de dar mantenimiento al entubado e instalar los drenajes. Aun así, la organización “está a cargo de los vecinos. Ellos regulan el uso sustentable, insertan los contadores en las casas, cobran la cuota por consumo y administran el dinero recaudado”, sostiene.
Para asegurar la equidad en este sistema, los beneficiarios elaboraron reglamentos donde establecieron como autoridad a un comité de agua elegido por todos cada 365 días. Un año lo preside una mujer y el siguiente un hombre, y así sucesivamente. A la fecha, cinco comunidades mantienen esta organización.

Cindy Can presidió en 2021 el comité del caserío Xesampual, donde viven 81 familias. “Aquí la directiva tiene obligaciones, pero no es la única, porque entre todos los pobladores nos dividimos responsabilidades de limpieza de los tanques o revisión de las tuberías. Además velamos por la sostenibilidad del agua y sembramos árboles u otras formas de captación”, cuenta.
Cada casa tiene su propio medidor y mes a mes el comité cobra Q2.50 por cada metro cuadrado de agua consumido, lo cual costea la electricidad para el funcionamiento de los tanques, así como la cloración. También se cobran Q10 en la misma fecha a cada familia y ese dinero se ahorra para cuando se deba reemplazar la bomba o se encuentre algún fallo en las tuberías.
El proyecto tiene ingresos a partir de multas, pues quien no realiza sus tareas debe pagar una penalización, y esta entra al sistema de ahorro. A decir de la vecina, al principio involucrar a las mujeres en los cobros, limpieza de tanques o cualquier cuestión relacionada con el agua “era un pecado” aquí. “Pero poco a poco les demostramos como todos tenemos la misma dignidad y eso mismo le inculcamos a nuestras hijas. Tenemos bien puestos los pantalones… La falda también”.
La captación y entubado llevan siete años en funcionamiento en Xesampual. Para garantizar la sostenibilidad del recurso, también se elaboran planes de reutilización del agua para regar plantas, por ejemplo. Además, durante el invierno se anima a las familias a abastecerse a través de la lluvia para dar un descanso a los nacimientos y otras fuentes naturales.
“Nosotras demostramos ante nuestro caserío cómo el miedo al liderazgo femenino nos tenía, de verdad, sedientos. Cambiamos la costumbre de hacer de menos a las mujeres y transformamos la vida de toda una comunidad. Somos una bomba”, concluye Can.