A tres meses de Eta e Iota, esta comunidad de San Pedro Carchá, Alta Verapaz, sigue anegada. Los vecinos no tienen este recurso potable, toman la que está ahí estancada sin purificar.
Por Carmen Maldonado Valle
La tormenta Eta y el huracán Iota llegaron a Guatemala el 3 y el 16 de noviembre de 2020, respectivamente. Causaron lluvias, vendavales y en comunidades como las de Alta Verapaz, inundaciones. Ahora, Chibut continúa inundado y aún no hay certeza de si volverá a ser habitable, pero los vecinos tienen sed y por eso beben el agua al alcance, sin importar si está contaminada o si afectará su salud.
Chibut es un caserío de San Pedro Carchá, Alta Verapaz, a 40 kilómetros de la cabecera departamental y que alberga a 81 familias. Cuando la tormenta y el huracán llegaron, el lugar se anegó porque “existen aguas subterráneas”, explica Carlos Caal, jefe del departamento de Hidrología del Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología de Guatemala (Insivumeh): “Hemos evaluado a comunidades aledañas con condiciones geológicas similares. Se inundaron porque hay disolución de rocas y porque el agua debajo del suelo aumentó su nivel y busca una salida”.
Aunque la crecida no cede, los habitantes del caserío cuentan que ha disminuido. Según Caal, aún no se puede estimar cuándo se irá el agua por completo o si la comunidad volverá a ser habitable. “Hemos participado con Conred en las evaluaciones y todavía no podemos estimar esto. En cada lugar influyen condiciones diferentes: en Campur había porosidad y ya se estabilizó, mientras en Chisec no ha disminuido el nivel. Seguimos en ello, pero necesitamos recopilar más datos”, agrega.
En noviembre, cuando las lluvias no paraban, se perdieron viviendas y cultivos en el caserío. Mario Choc se quedó sin casa a causa de la inundación y ahora vive en una champa hecha con nylon. Se alimenta de los frutos a su alrededor y de las donaciones enviadas por quienes se han enterado de la situación del caserío. ¿Qué bebe? Agua estancada que ha tenido contacto con los desechos del suelo, con el cementerio y con todo lo arrastrado por la tormenta.
“Todos los días me siento mal: me duele el estómago, tengo náusea, me da diarrea y me duele la cabeza. Es como tener cólera, pero no sé si sea eso. Varios nos sentimos mal, pero no tenemos más agua para tomar”, sostiene Choc. Según describe, también beben de un río cercano y sacan sus cubetas cuando llueve, “pero aquí no siempre hay lluvia”.
Según el alcalde de San Pedro Carchá, Winter Coc, “eso es mentira. Ellos no toman agua de la inundación, sino que esperan la lluvia y sacan los toneles para tener de dónde tomar. Una cosa es lo que ellos dicen y otra es lo que uno ve”. Reconoce que antes de las tormentas no había agua potable, pero espera que este año puedan construirse las estructuras sanitarias necesarias para esto. “Solo esperamos que nos confirmen si los lugares inundados van a volver a ser habitables. Vino el presidente y yo pensé que eso nos iba a decir, pero al final solo vino a contar otras cosas”, afirma.
La ayuda
La municipalidad de San Pedro Carchá funcionó como centro de acopio para quienes quisieran ofrecer donaciones destinadas a Chibut y las llevó al caserío. También pidió ayuda a embajadas pero, según dice, hasta el momento la única en visitarlos fue la de Israel, mientras que “El Salvador también ofreció ayuda, pero no ha venido”.
La alcaldía no fue la única con este propósito. Otras personas se unieron a la causa e hicieron campañas para llevar recursos a quienes lo necesitaban. Ese es el caso de Carlos Coc, un enfermero de Campur (también en Carchá) que recaudó medicamentos. Para ese entonces, la inundación en su comunidad se había ido y dejó a su paso cosechas arruinadas. “En Campur el agua se quedó con todos los frutos y lo pasamos mal. No podíamos olvidar a nuestros hermanos de Chibut, entonces pensé en mandarles medicinas y ellos iban a ver si alguns les servía”, recuerda.
Además de enfermero, Coc es fotógrafo. Cuando fue a entregar los fármacos observó cómo el agua se llevó casi todas las casas. Tomó fotos, las difundió en redes sociales y así logró que iglesias, universidades y organizaciones se unieran para ayudar a los afectados. De hecho, ya no va solo a la comunidad, porque personas de todo el país lo contactan para hacer voluntariado en el caserío.
Cuando acude al caserío, Coc es testigo de las medidas tomadas por los habitantes para levantarse tras las tormentas. Construyeron galeras en la parte alta de las montañas para sentirse seguros. Con esto concuerda el alcalde, no sabe quiénes son los dueños de los terrenos ocupados. Sostiene que los damnificados se repartieron entre las estructuras que ellos construyeron y los albergues habilitados por la comuna.
Durante las visitas, Coc convive con los vecinos y observa cuanto ingieren: “Yo he visto a las personas agarrar el agua del suelo y de una vez se la toman o la usan para preparar su comida”.
Las enfermedades
Aunque el alcalde lo niega, Esteban Choc, secretario del Consejo Comunitario de Desarrollo (Cocode) de Chibut, sostiene que quienes viven allí toman el agua estancada y no la filtran ni la someten a ningún proceso de purificación. A su criterio, están “sobreviviendo con lo que hay”.
“Aquí nunca ha habido agua potable y siempre tomamos del río. Sabemos que está contaminada, pero no hay de otra (…). También hicimos hoyos en la tierra y allí vamos al baño”, añade Choc.
Cifras del último censo realizado por el Instituto Nacional de Estadística (INE) revelan que para 2018, ocho de cada diez hogares de San Pedro Carchá no tenían agua entubada. De estos, seis dependían de la lluvia, mientras el resto acudía a manantiales, ríos y chorros públicos.
Además, el Índice de Competitividad Local elaborado por la Fundación para el Desarrollo (Fundesa), sitúa a San Pedro Carchá en el puesto 319 de 340 municipios evaluados, con un índice de urbanización del seis por ciento y un 40 por ciento de efectividad en servicios de salud.
En esas condiciones, el gastroenterólogo Guillermo Puente, subjefe de cirugía del Hospital San Juan de Dios, asevera que Chibut es un terreno propicio para las enfermedades gástricas. “La única manera de evitar esto es filtrar el agua y ponerle cloro, pero ellos no lo hacen. Lo mismo sucede si la toman deñ río, porque en Guatemala es muy difícil encontrar fuentes naturales sin algún grado de contaminación fecal”.
Según Puente, las enfermedades que podrían contraer quienes beben el agua estancada son amebiasis intestinal (amebas), fiebre tifoidea, disentería, ascariasis (lombrices) e infecciones intestinales. También padecimientos parasitarios como la giardiasis o la infección por tenia, donde la “solitaria” puede vivir hasta 30 años en el cuerpo de la persona enferma.
“Además puede haber un brote de cólera, porque el líquido sin tratamiento es un campo de cultivo para bacterias y todo tipo de parásitos. Tampoco se sabe qué tipo de sedimentos o minerales tiene el agua y por eso es tan riesgosa”, afirma el gastroenterólogo.
Mientras los estragos de las tormentas se van, los habitantes de Chibut seguirán a la espera de volver a la normalidad, donde el agua no es potable, pero al menos no está estancada.
Al cierre de la edición de esta nota la Conred indicó que esta semana enviarán sus conclusiones a Carchá, donde indicarán si Chibut y los lugares aledaños volverán a ser habitables.