Lo que sucede en la aldea de Casillas es un ejemplo local de soberanía hídrica y solidaridad social en Santa Rosa.

Por Rafael Solares García
La comunidad xinca de la aldea El Volcancito, ubicada en el municipio de Casillas, Santa Rosa, es un ejemplo de organización social y respuesta comunitaria ante la crisis hídrica.
En 2015, surgió el colectivo “Guardianes de la Naturaleza”, hoy conocido como Comunidad Xinca de Casillas, para afrontar la tala desmedida y el impacto creciente del cambio climático.
Su esfuerzo colectivo fue clave para enfrentar la escasez de agua mediante acciones de reforestación y gestión comunitaria del recurso hídrico.
Uno de los logros más significativos, según Juan Rodríguez, uno de los líderes de la comunidad, fue la plantación de más de 422 mil árboles en áreas de recarga hídrica cercanas a la aldea y del municipio en general.
Esta reforestación permiti{o recuperar nacimientos de agua y regenerar parcialmente el ecosistema local, para dar paso a un nuevo modelo de autogestión del agua.

Agua para mi pueblo
Impulsados por la urgencia de acceder a agua limpia para su uso y consumo, los comunitarios adquirieron un nacedero de agua. Con apoyo técnico de Fundebase y la Comisión Diocesana en Defensa de la Naturaleza (Codidena), desarrollaron el proyecto Agua para mi Pueblo.
Este incluyó la construcción de un sistema de captación y un tanque de almacenamiento con capacidad para 200 tonelesque alcanzar su capacidad total en 18 horas. Actualmente, el agua se distribuye por turnos, cada tres días, a más de 45 familias.
El sistema opera de forma autónoma y es administrado por la misma comunidad sin intervención directa del gobierno municipal ni de empresas privadas.
Trabajo en equipo
La red de distribución fue instalada por los habitantes con apoyo de técnicos de las organizaciones aliadas. Cada familia aporta una cuota simbólica para el mantenimiento, y en casos de necesidad, el agua también se comparte con personas fuera de la comunidad sin ningún costo. Esto porque el proyecto Agua para mi Pueblo no considera el lucro.
“El agua es un derecho y una necesidad para todos”, explica Rodríguez. “Por eso, aunque no todos sean parte de la organización, no se les niega el acceso cuando lo requieren”. El financiamiento del proyecto provino de donaciones gestionadas por las organizaciones acompañantes y el trabajo voluntario de los vecinos. La municipalidad de Casillas brindó respaldo logístico limitado, pero el eje de la iniciativa fue el liderazgo comunitario.

Soberanía hídrica
Este modelo inspiró a otras aldeas como El Izote, Santa Ana La Montaña y La Esperanza, todas del municipio de Casillas, que practican la captación de agua de lluvia y la conservación ambiental.
El Volcancito representa una apuesta por la soberanía hídrica, entendida como el derecho de las comunidades a gestionar el agua como un bien común. Para Rodríguez, se trata también de justicia ambiental: “Es justo que quienes cuidan los bosques y el agua puedan decidir cómo protegerlos y usarlos de forma solidaria”.
La experiencia de esta aldea demuestra que es posible construir sostenibilidad desde lo local, con respeto al entorno natural y valorar los esfuerzos y derechos de asociación, organización y solidaridad social.
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Esta nota es producto del Diplomado Fundamentos de la Conservación de la Naturaleza, apoyado por la Fundación Luis von Ahn y Defensores de la Naturaleza, coordinado por Laboratorio de Medios. Los autores son responsables del contenido.