Abandonar a un migrante genera ingresos. Rescatarlo, desembolsos

08 octubre 2021

De 2014 a septiembre 2021 desaparecieron al menos 2 mil 701 personas en el borde entre México y Estados Unidos. “A muchos los dejó el coyote tras cobrarles”, dicen quienes ahorran para encontrar los restos.

Búsqueda de migrantes en el desierto de Arizona, Estados Unidos, en noviembre de 2020. Crédito: Paralelo 31.

Por Carmen Maldonado Valle

En promedio, cada mes durante los últimos ocho años desaparecieron 29 personas que tenían el propósito de llegar a Estados Unidos de forma irregular, según la Organización Internacional para las Migraciones. Esa cifra corresponde a los restos encontrados, no solo por la patrulla fronteriza, sino también por voluntarios dedicados a esta tarea.

De acuerdo con Jahir Dabroy, analista de migraciones en la Asociación de Investigación y Estudios Sociales (Asíes), «Lo más barato que está cobrando un coyote son Q80 mil. Algunos cobran todo por adelantado pero pocas personas pueden pagarlo, así que por lo general se divide en tres: un anticipo y dos pagos posteriores”. “A veces dejan a los viajeros a medio camino. Abandonarlos puede ser sencillo, pero encontrarlos no”, asevera Gerardo Campos, rescatista de la organización Paralelo 31.

Campos tiene 60 años y es florista en California, Estados Unidos, donde vive desde 1984. Cuando dejó México, cruzó el desierto solo en busca de oportunidades laborales y luego arregló su situación migratoria en el nuevo país.

Él busca a migrantes en el desierto desde 2015, pero hace un año formó su grupo humanitario. Cada mes recibe de 100 a 150 llamadas por parte de personas cuyo pariente viajó de forma irregular a Estados Unidos y no se sabe nada de él. En estos meses la organización encontró 12 cadáveres y rescató a otros 25 migrantes.

“Muchos nos cuentan que su familiar se fue con un guía y ahora no aparece. A otros los llama un acompañante y les dice ‘yo iba a su lado, pero se desmayó y no pude quedarme’ entonces nos piden ayuda”, añade Campos. Él y otros 20 voluntarios salen una a cuatro veces mensuales en busca de personas perdidas en los desiertos de Arizona y California.

Cada viaje, explica, cuesta $1 mil 500 (Q11 mil 600) entre gasolina, comida, kits de primeros auxilios e insumos para ayudar a los migrantes a recuperarse, si los encuentran. Cuando le cuentan cuánto cobra un coyote él compara y dice que con ese monto cubrirían  “dos operaciones de rescate”.

Los miembros del grupo son obreros, carpinteros, maestros y jardineros. Ahorran para costear cada expedición. No hacen más búsquedas, sostiene Campos, porque no hay más presupuesto para llevarlas a cabo.

Cuando reciben un reporte, los cuales provienen en mayoría de México y Guatemala, preguntan a quien los llama la ruta tomada por su familiar, características físicas, vestuario y si tiene algún distintivo. Le recomiendan llamar al consulado para saber si encontraron cadáveres con esos rasgos y, si no, lo ponen en la lista para el siguiente viaje.

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Si lo encuentran vivo, le ayudan a recuperarse y si él quiere continuar le dan agua y comida para el resto del trayecto. Por otro lado, si hallan un cadáver contactan a la policía y acordonan la zona para evitar la contaminación del cuerpo.

Cuando encuentran restos, los rescatistas se consideran en una escena de crimen y deben esperar a que llegue la policía para ser interrogados. Crédito: Facebook / Águilas del desierto.

El abandono

Wilder Figueroa vive en Maryland, Estados Unidos, desde 2014. Era maestro en Escuintla y quería salir del país para ganar más dinero, pero no tenía visa, entonces pidió Q20 mil prestados para pagarle a “el mexicano”, un coyote, por guiarlo en el desierto.

Se fue con otras 14 personas, recuerda, pero en el borde entre México y Estados Unidos, “el mexicano dijo ‘hasta aquí llegan tus Q20 mil y me entregó a otro en una finca. Solo me liberaron porque pedí otros Q5 mil a mi familia para darle al vigilante”, sostiene.

Volvió al desierto, pero no tenía agua, comida ni dinero. Lo vieron rescatistas, lo hidrataron y curaron las quemaduras causadas por el sol, pero cuando le ofrecieron devolverlo a Guatemala se negó, porque si lo hacía, la deuda no habría valido la pena.

“Ese es el protocolo de rescate. Ayudamos al migrante, pero debemos preguntarle si desea volver. En ese caso llamamos a la patrulla fronteriza para que lo recojan y lo deporten. A partir de allí forma parte la estadística”, asegura Gerardo Campos.

Entre enero de 2019 y abril de 2021, el Instituto Guatemalteco de Migración reportó 85 mil 318 retornados por tierra. Pertenecían, en mayoría, a San Marcos, Huehuetenango, Guatemala y Quetzaltenango. Según la entidad, 24 de cada 100 eran menores de edad.

“Pagar a un coyote no garantiza llegar a Estados Unidos y muchas de estas personas son la prueba. El abandono es usual, sobre todo en grupos de mujeres y niños, porque llevarlos es más complicado”, explica Jahir Dabroy, analista de migraciones en la Asociación de Investigación y Estudios Sociales (Asíes).

Aunque Figueroa no se arrepiente de haberse marchado a Estados Unidos, no recomienda hacerlo de manera irregular: “Si los voluntarios no me hubieran auxiliado, yo estaría muerto, y lo hicieron sin pedirme nada. Al mexicano le pagué y es como haber costeado mi secuestro”.

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Esta nota es producto del Taller “Periodismo y Migración” que imparte el International Republican Institute (IRI), bajo la coordinación de Laboratorio de Medios, S.A. a periodistas de diversos departamentos de Guatemala. La asistencia financiera y técnica que IRI otorga para esta actividad es provista por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y es posible gracias al generoso apoyo del pueblo estadounidense. Los puntos de vista y opiniones expresados en esta nota son de los autores y no necesariamente reflejan la política oficial de USAID o del gobierno de los Estados Unidos.

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Ana Carolina Alpírez

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