La mala planificación del territorio causa desastres como inundaciones y deslaves que afectan la seguridad de los habitantes, dijo el ingeniro geofísico.

Por Jimena Porres
Septiembre se caracterizó por fuertes lluvias en el país. Lo que en diferentes municipios significó inundaciones y deslaves. Afectó la movilidad y seguridad de diversas comunidades.
Las municipalidades pueden jugar un rol para prevenir desastres en sus territorios.
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Juan Pablo Ligorría es ingeniero geofísico experto en gestión de riesgos. Es socio fundador y consultor de la empresa Geotécnica Aplicada, consultor independiente y ha sido funcionario público en el Instituto de Fomento Municipal (Infom) y la Coordinadora Nacional Para la Reducción de Desastres (Conred).
—¿Hay alguna relación entre la planificación territorial y la prevención de desastres en un país de las condiciones topográficas de Guatemala?
—Los desastres no son naturales, se gestan con eventos naturales que usualmente se dan en condiciones predecibles. Cuando digo que no son naturales es porque cuando intervenimos con la naturaleza se materializan los riesgos, que son probabilidades de pérdidas.
Es una responsabilidad de la corporación municipal establecer el sistema de ordenamiento territorial. Va más allá del fraccionamiento de la tierra, va más allá de la construcción y de su uso, tiene que tomar en cuenta las condiciones del terreno. Es una de las medidas reconocidas de mitigación de riesgos. Si tratamos de ocupar lugares que nos lanzan advertencias, van a ocurrir calamidades.
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—¿Qué le hace falta a las municipalidades –ya sea personal, tecnología o capacidades–, para dar respuesta y prevenir? ¿Qué pueden hacer?
—Desafortunadamente las capacidades técnicas municipales son limitadas. Es el alcalde el que resuelve conflictos y da licencias de construcción. Si no conoce su territorio, si no está informado de dónde está, de cuál es su morfología, si tiene pendientes muy pronunciadas, es muy difícil que prevenga el uso de tierra correctamente.
El catastro es un instrumento que no sólo se puede usar para definir dónde y cuáles son los lotes, sino dónde y en qué condición están. Tener un mapeo geológico,se pueden hacer modelos digitales del municipio. Poderlos consultar y buscar la asesoría correcta.
Existe la Coordinadora Municipal para la Reducción de Desastres (Comred), presidida por el alcalde. Es un sistema que está pensado para que, cuando la comunidad no puede resolver por sí misma, entonces solicita ayuda a la alcaldía, y la municipalidad se la puede pedir al nivel departamental al gobernador. Y así pueden hacer inversiones dependiendo de la escala en el Sistema de Consejos de Desarrollo.
Documentar ese proceso es parte de la solución. Conocer los problemas no es una dificultad, es parte de la solución.
—La deforestación y expansión urbana. Estos dos elementos, ¿cómo pueden aumentar el riesgo de desastres?
—El crecimiento urbano desordenado no trae nada bueno. Aumenta las demandas sobre una municipalidad que tiene recursos limitados. Luego, cuando invaden un barranco, y sucede algo en esa tierra crean condiciones adversas. Estas personas no tienen otras opciones de vida y se ven casi que forzados a ir a buscar un lugar en donde habitar.
El avance de la frontera agrícola y de ganadería, que deplora el bosque, también son otros problemas. Los bosques de riberas, que están alrededor de cursos de agua, son una herramienta maravillosa. No solo para reducir riesgos, también salvan la biodiversidad, mejoran la calidad de vida, son drenajes y sirven para la captación de agua.
—¿Cuán cierto es que lagunas urbanas extintas, como pudo haber sido la de Miraflores en el perímetro urbano, influyen en las inundaciones en ciudades la de Guatemala?
—Cuando cubrimos el terreno de construcción, lo urbanizamos tan densamente que le quitamos a la tierra su capacidad de absorción. La primera factura es que los cauces de los ríos cambian su sistema de drenaje, y suelen ser aquellas crecidas instantáneas y sobrecargadas.
He visto degradaciones del terreno por la naturaleza del terreno. El Parque de la Industria es una buena práctica, porque deja que el terreno absorba en su área verde. Pero toda el agua que drena de la zona 8, le pasa la factura a la zona 9, y se la pasa de una manera anómala.
A menos de que la Municipalidad de Guatemala se vuelva loca construyendo sistemas de drenajes pluviales, que no los invada nadie y que no ponga aguas vertidas ahí, es verdaderamente un problema.
—¿Cómo hacemos para fortalecer la coordinación entre municipios, para que entre todos prevengamos un desastre mayor?
—A estos fenómenos no les importan mucho las fronteras políticas de los municipios. Y estos son problemas que sobrepasan a una sola administración, como la basura, el cuidado forestal y de cuencas.
El esfuerzo mancomunado es una necesidad imperante. Si los alcaldes se pusieran de acuerdo podrían invertir a un menor costo. Compartirían las medidas de mitigación, los costos de los estudios que haya que hacer para conocer cuencas, deslizamientos, morfología, geología, el sistema geológico estructural (las fallas), de una manera mancomunada y comunicada a la población. Tiene más fuerza.
—¿Qué se necesita para que la población atienda a las alertas de la Conred?
—A través del Consejo Municipal de Desarrollo (Comude). Ellos activan la Comred y establecen necesaria e inequívocamente un vínculo en el sistema de Conred. Hace esfuerzos por comunicar, y hacer pública la causa de reducción de riesgos, y a esa nos tenemos que sumar todos.
He conocido administraciones de Conred que, antes de que tomen posesión los alcaldes, los citan para enseñarles sus funciones, capacidades, y lo que pueden hacer al respecto en su tierra. Pero la asistencia es pobre por parte de los alcaldes recién electos. Pero eso no quiere decir que el esfuerzo no valga la pena o que no deba de hacerse.
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