Así fue 1967, el año del Nobel

En la Guatemala de entonces el fantasma del comunismo merodeaba las calles, comprar una casa en la zona 11 requería un enganche de Q700, y la noticia del Premio Nobel de Literatura no fue del todo celebrada.

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Claudia Palma

Diez minutos desde la colonia El Mirador al centro, de la zona 11 a la zona 1, desde el centro comercial a Miraflores al Palacio Nacional. ¿Diez minutos? Sí, esa era la Guatemala de 1967, cuando Miguel Ángel Asturias Rosales ganó el premio Nobel de Literatura y decidió dejar el servicio diplomático para “consagrarse a escribir”. Él tenía 68 años y el país 27 de perder la revolución.

Si el tráfico fluía entonces, el congestionamiento estaba en otros espacios. La prensa ya publica notas sobre secuestros y desaparecidos, y la Ley de Servicio Diplomático prohibía a ciudadanos laicos y de conducta intachable hacer carrera por pertenecer a “alguna entidad que propugne la ideología comunista o cualquier otro sistema totalitario”.

Miguel Ángel Asturias recibe el Premio Lenin de la Paz en 1965. Crédito: Congreso de la República.

Asturias estaba convencido de que para dar a conocer los problemas de Guatemala, la mejor forma de hacerlo era “por medio de la novela y la literatura”, y eso no era del agrado de todos.

Además, en 1965 ganó el Premio Lenin de la Paz –el equivalente al Premio Nobel de la Paz que entregaba la Unión Soviética– por contribuir “a la causa de la paz entre los pueblos”.

Todo esto sucedía cuando los diarios daban cuenta de que faltaban dos milagros para que el hermano Pedro fuera beatificado. (Esto ocurrió hasta en 1980 y 22 años después fue declarado santo, el primero guatemalteco).

Asturias hace referencia al premio Lenin en esta entrevista publicada en Prensa Libre.

En el día de cumpleños

El 19 de octubre, cuando cumplía 68 años y se desempeñaba como embajador de Guatemala en Francia, Asturias conoció la noticia. La academia sueca reconocía su obra por “sus vívidos trabajos enraizados en la individualidad nacional y la tradiciones indígenas”.

Esa mañana, acompañó al alcalde de la ciudad de Guatemala, Ramiro Ponce Monroy, a inaugurar la “Plaza de Guatemala”, en París. A su regreso, ofreció una conferencia a más de 30 periodistas que lo esperaban en la sede diplomática, donde fue recibido por un grupo de estudiantes que entonaron “La Chalana”, el himno universitario del que fue coautor, registra la agencia AP.

“Lo importante es que la gran recompensa del premio Nobel haya sido otorgada a un escritor de un país muy pequeño, es más significativo que si hubiesen dado a uno de un país con un arsenal de bombas atómicas… Creo que fui escogido porque la comisión no había otorgado el premio a un prosista español antes, solo a poetas, quizás la academia consideró eso”, declaró Asturias.

La carrera diplomática, dijo, es “un buen trabajo para un escritor”, pero con un Nobel en su curriculum optó en 1970 por retirarse. Se dedicaría “exclusivamente a escribir. No quiero viajar mucho sino vivir tranquilamente en algún lugar de Guatemala, mi país”. Pero no volvió. Murió en España cuatro años después.

Como todo esto ocurrió el jueves por la mañana, la noticia y las declaraciones fueron consignadas en la primera plana de El Imparcial, el vespertino de entonces.

Por su diseño y tamaño –formato sábana, “pase a la página x, y columna”–, compartieron espacio con el pesar de Fidel Castro por la muerte de Ernesto “Che” Guevara en Bolivia, ocurrida presupuesto general de la Nación y la crítica al Congreso por aprobar un préstamo de US$15 millones con el BID para programas de electrificación.

Primera plana de El Imparcial del 19 de octubre de 1967 donde consigna el premio para Asturias. Su formato se conocía como “tamaño sábana”.

También prestaba atención a que 7,400 niños ya habían recibido la vacuna contra la polio, el llamado de atención de la Anacafé por la caída de los preciós del café, y a la protesta de la Asociación de Periodistas de Guatemala (APG) –mediante un telegrama– por “el cierre virtual” de la Policía Nacional como fuente informativa.

La Ley de Emisión de Pensamiento apenas había cobrado vigencia en mayo del año anterior.

Fue hasta la edición del 21 de octubre cuando publicó un reconocimiento en su espacio editorial. “Un saludo cordial a MIGUEL ANGEL ASTURIAS en esta hora de su consagración mundial con el premio Nóbel de literatura, honor insigne para Guatemala y para América”.

En esos años de la máquina de escribir mecánica, las mayúsculas no se tildaban, y Nóbel sí. Ahora el Diccionario Panhispánico de Dudas recomienda no hacerlo pues es una palabra aguda como se pronuncia en su país de origen.

Prensa Libre publicó al día siguiente, pero no en portada sino en la página 2. Esa la reservó para la avicultura y para citar que el presidente Julio César Méndez Montenegro garantizaba el acceso a las fuentes de información.

El matutino consigna el cable de la agencia y las felicitaciones de la municipalidad, sin reparar en el silencio del gobierno central. Toda la atención está en conmemorar la Revolución del 20 de octubre.

Esta edición de “El periódico de mayor circulación” tuvo un tiraje de 108 páginas y 50,028 ejemplares. Entonces costaba Q0.10 y no circulaba los fines de semana. Hoy cambió la frase por “el medio de mayor credibilidad”, ya no publica el tiraje en la portada, cuesta Q3.00 y en promedio tiene 40 páginas.

En el aniversario de la muerte

El domingo 10 de diciembre de 1967, a las 16:30 horas, dio inicio la ceremonia presidida por el Rey Gustavo Adolfo VI de Suecia. Anders Oesterling, secretario permanente de la Academia Sueca de Letras, definió al guatemalteco como “un luchador contra intolerables injusticias, la opresión y la autocracia”.

Fue el último en recibir el premio y el primero en cobrar al día siguiente el cheque de US$62 mil, reportó El Imparcial, el vespertino que durante mucho tiempo fue su casa donde publicó 440 artículos. “Después de Asturias, los dos ganadores del premio Nóbel de medicina cambiaron los suyos”.

Era 1967, se cumplían 71 años de la muerte de Alfredo Nobel y un siglo de invención de la pólvora. De hecho, en su discurso, Asturias abogó por el uso de la pólvora a favor del progreso, de la construcción de la paz y no como un recurso para la guerra.

“No sé si es atrevido el parangón. Pero se impone. El uso de las fuerzas destructoras, secreto que Alfredo Nobel arrancó a la naturaleza, permitió en nuestra América, las empresas más colosales. El canal de Panamá, entre estas. Magia de la catástrofe que cabría parangonarla con el impulso de nuestras novelas, llamadas a derrumbar estructuras injustas para dar camino a la vida nueva”, declaró Asturias.

El autor de “El Señor Presidente” –considerada por Oesterling la obra con la que en realidad debutó Asturias– tenía 68 años y solo unos meses atrás, después del ascenso al poder de Julio Méndez Montenegro, el 1 de julio de 1966, le fue devuelta su nacionalidad guatemalteca. El expresidente Carlos Castillo Armas ordenó despojarlo por apoyar al gobierno revolucionario.

El día en que le entregaron el premio, informa El Imparcial, se ofrecieron conciertos de marimba que interpretaron poemas del escritor.

Las vitrinas de las librerías fueran adornadas con fotos y carteles con los nombres de sus obras. La Compañía Nacional de Teatro grabó cuñas radiales y un videotape como parte de los homenajes.

La municipalidad de la ciudad de Guatemala publicó un campo pagado pequeño para anunciar las actividades. Los de página completa los dedicó a la discusión existente sobre el proyecto de Xayá Pixcayá que se convertiría en la obra más grande de abastecimiento de agua en Guatemala. Fue hasta dos días después que el vespertino consigna el mensaje enviado por el presidente para felicitarlo.

1.Campo pagado de la municipalidad de Guatemala publicado en El Imparcial. 2.Primera plana de El Imparcial. El vespertino publica una radiofoto de la United Press International de los ocho ganadores. Esta agencia de noticias fundada en 1958 fue subastada en 1992. 3.El Imparcial consigna en su portada el mensaje de felicitaciones que el presidente envió a Asturias. Esto fue el 21 de octubre.

La atención se dispersa

En la Guatemala del Nobel – Hernán Cortés Ruiz propuso declarar el 10 de diciembre como Día de Júbilo Nacional–, los secuestros y desapariciones producto del conflicto armado empezaban a ocupar las columnas de los periódicos.

El hijo de Asturias, Rodrigo que en 1971 fundaría la Organización Revolucionaria del Pueblo en Armas (ORPA) y tomaría el seudónimo de “Gaspar Ilom”, se encontraba en México al frente de la editorial Siglo XXI.

El Partido Revolucionario amenazaba con demandar por difamación al expresidente Miguel Ydígoras Fuentes.

Los guatemaltecos aprendían a usar el servicio de telefonogramas. Las fonoventas, el antecesor de las compras en línea, era la forma más moderna de obtener algo “sin recargos y con regalo incluido”. Los calentadores Junkers a gas natural eran la última moda.

El mundo se asombraba en 1967 con el primer trasplante exitoso de corazón en Sudáfrica. El primer ministro inglés Harold Wilson le pedía al expresidente Lindon B. Johnson reunirse para buscar la paz en Vietnam. El Apolo I se incendió en Cabo Cañaveral.

Ese mismo año, Anastasio Somoza se convirtió en presidente de Nicaragua. Pablo VI publicó la Populorum Progressio, la carta “El desarrollo de los pueblos”. Se realizó la primera transmisión global vía satélite en 26 países. The Doors lanzó su icónico álbum del mismo nombre, Elvis Presley se casó con Priscila y Guatemala ganó su primer y único Nobel de Literatura.

La obra de Miguel Ángel Asturias había sido traducida al menos a 30 idiomas, incluyendo vietnamita, hasta 1967.