Asturias,
contador de cuentos cantados

Aunque la calidad literaria es lo que prima, hay otros factores a tomar en cuenta al momento de decidir a quién otorgarle el premio.

Por

Jaime Moreno De León

Subdirector Cultura y Entretenimiento, elPeriódico

Miguel Ángel Asturias, escritor guatemalteco por excelencia, ganó el Nobel de Literatura en 1967. Nacido en 1899, desde joven se interesó por la literatura y el Derecho.

Escuchó historias de viajeros que llegaban a su casa en la zona 1, aprendió sobre la cultura maya y no dudó en embarcarse a Europa para aprender más y escribir.

Hizo, además, carrera como diplomático y como figura de la cultura latinoamericana. Para el momento en el que ganó el Nobel, su nombre ya era más que reconocido en las esferas de la literatura por piezas como El Señor Presidente y Hombres de maíz.

Nadie pone en duda su calidad literaria como fundamento principal para su designación. Pero entender por qué obtuvo el premio requiere conocer también la dinámica de los galardones

Los grandes premios que sirven como homenaje a figuras públicas, artistas o extensas carreras profesionales tienen un denominador común: el lobby que los precede.

“Mulata de Tal” fue publicada en 1963, cuando Asturias residía en Italia. El escritor guatemalteco Méndez Vides la describe como “la novela más oscura y delirante de Miguel Ángel Asturias”.

Pasa con el cine, por ejemplo, en el que las películas que buscan obtener un Oscar deben invertir grandes cantidades de dinero para entrar en las esferas de toma de decisión de nominaciones, short lists y premiaciones finales. La literatura, y los Nobel, como era de esperarse, no distan mucho en cuanto a mecánica.

La Academia

La encargada de entregar el Nobel es la Academia Sueca. La institución, conformada por 18 miembros vitalicios, decide de entre una pequeña lista de nominaciones quién será la persona galardonada. Pero llegar a la lista es un camino duro.

Para esto existe el Comité Nobel de Literatura, que se encarga de evaluar las decenas de propuestas que llegan a la institución y luego realiza la selección de los y las nominados finales.

En 1967, año en que Asturias ganó, la Academia justificó su decisión aludiendo a los logros literarios del escritor, “fuertemente arraigados en los rasgos nacionales y las tradiciones de los pueblos indígenas de América Latina”. Miguel Ángel se impuso a un abanico amplio de opciones, propias todas de su tiempo.

A Asturias lo propusieron Erik Lindegren y Charles Aubrun en 1964, 1965 y 1966, logrando al final el objetivo. El primero era miembro de la Academia Sueca y el segundo, profesor de Español y Literatura de la Universidad de París.

177

obras de Miguel Ángel Asturias o relacionadas con el escritor guatemalteco están disponibles en la Biblioteca Nacional de Suecia

Esa década, la de los sesenta, tuvo varios nombres redundantes en la lista de nominados. Se hizo lobby para Samuel Beckett (nominado durante ocho años), Jorge Luis Borges (9), André Bretón (2), Heinrich Böll (10), Camilo José Cela (1), Paul Celan (4), Rómulo Gallegos (8), Eugène Ionesco (5), Pablo Neruda (10), Yasunari Kawabata (8), Ramón Menéndez Pidal (26), Ezra Pound (12) y Alejo Carpentier (3), entre otros.

Lo curioso es que varios de ellos fueron propuestos por diferentes nominadores y varias veces en diferentes años. Al final, varios de ellos resultaron premiados.

Al revisar las candidaturas de esos años, algo sale en claro: el abordaje literario de la realidad era consistente con el momento literario. El existencialismo, el absurdo, los remanentes de las grandes guerras y la miseria de la condición humana saltan a la vista en los nombres propuestos para obtener el máximo reconocimiento a la literatura.

Pero hay también nombres que avistan un horizonte distinto: Carpentier, Neruda, Borges, Gallegos y el propio Asturias.

Un año antes se pensó que el guatemalteco ganaría el Nobel de Literatura. En esta entrevista de dos entregas publicada en Prensa Libre, el 29 de junio y 1 de julio de 1966, Miguel Ángel Asturias explica qué lo llevó a pensar que sería galardonado. El honor fue para el soviético Mijail Sholojov, autor de 'El Don apacible'.

Entonces, ¿por qué Asturias?

La literatura asturiana tiene muchos registros. Desde el surrealismo mostrado en Leyendas de Guatemala (y que lo acompañaría siempre de una u otra forma en el resto de su obra) hasta la demoledora crítica social de El Señor Presidente o la trilogía bananera, la producción de Asturias deambuló por varias corrientes literarias y se cohesiona desde el uso del lenguaje poético como principal herramienta para desarrollar la narración. Para la década de 1960 ya era un escritor más que reconocido.

Más allá de sus valores propios, también el entorno le fue favorable. Los años anteriores vieron el auge del boom. Este movimiento, editorial esencialmente, fue el detonante de la expansión de la literatura latinoamericana en los mercados europeos.

Por si eso fuera poco, lo “latinoamericano” llegó con la fuerza de la tradición cultural, las imágenes casi oníricas de los relatos ancestrales y las visiones de paisajes exóticos –indómitos– salidos de lo que parecía ser otro mundo. Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez y otros grandes nombres de esa época encontraron ojos ávidos de estas realidades.

En el caso de Asturias, tenía los tres factores: calidad literaria, mercado favorable y temáticas de actualidad. La América Latina que relata es la de una región golpeada por caudillos e injusticias, pero desde la óptica de lo poético.

En 1965, Pablo Neruda y Miguel Ángel Asturias escribieron “Comiendo en Hungría”, un libro que describe los secretos de la comida húngara. Lo publicaron antes de ganar el Premio Nobel, ese mismo año y fue traducido simultáneamente a cinco idiomas. Foto: La Gazeta

Consultado acerca de estos rasgos, el Instituto de Literatura Guatemalteca explicó que El Señor Presidente fue clave. “La figura del dictador, como suma de todos los dictadores latinoamericanos, el abordaje del mundo real y surreal, la combinación de recursos literarios y el mundo prehispánico fueron determinantes para la Academia Sueca”, expuso la institución por medio de una respuesta oficial.

Con la obtención del Nobel, Asturias siguió los pasos de Gabriela Mistral y se convirtió en el segundo latinoamericano en obtener el premio. Abrió la puerta para sus compañeros de generación, como Neruda, García Márquez y Vargas Llosa. Su legado literario es, ante todo, indiscutible.