¿Me gusta Asturias?

Hay otra mirada que a los humanos nos gusta, nos alegra, nos alimenta y nos motiva: la competencia; encontrar que Asturias ganó a varios escritores el Nobel de Literatura de 1967.

Por

José Vega

Catedrático, autor y Gerente comercial en Librería Sophos.

Hace un par de días recibí una encomienda, de esas divinas que solo dios o la deidad favorita de turno reparte entre sus fieles, y no tan fieles, seguidores. Recibí un regalo adelantado a las fiestas que se acercan, pero que nos alejan de la realidad; el presente fue único, la información de nominaciones y desclasificaciones del Nobel de Literatura de 1967. Sí, el del año de Asturias.

Mientras me enviaban la información, me preparaba para un viaje a una de las ferias del libro más importante de habla hispana; la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

Y aunque prometí enviar este manuscrito durante el viaje, el mundo de libro me atrapó y me escupió en un mar de literatura. No solo la que escribe, sino la que se vive; y como las olas, me trajo de vuelta; allí, dentro de una venta de tortas ahogadas junto a una editora jalisciense, Asturias volvió a mi mente a través de una simple pregunta “¿Y te late Asturias?”.

Siempre me hice esta pregunta, desde que estudiaba en la secundaria y leí “El Señor Presidente” sin comprenderlo, hasta que llegué a clases de Literatura Guatemalteca en la universidad y leí “Sien de Alondra” como lectura optativa.

Portada del diario El Gráfico, 20 de octubre de 1967. Crédito: Opiniones en 1967 sobre el otorgamiento del Premio Nobel a Miguel Ángel Asturias.

Pronto o tarde, la pasión por Asturias despierta en el lector guatemalteco. Hay veces que esa pasión despierta por un interés literario como su genio o el reconocimiento de su aporte a la literatura universal.

Sin embargo, hay otra mirada que a los humanos nos gusta, nos alegra, nos alimenta y nos motiva: la competencia; encontrar que Asturias ganó a varios escritores el Nobel de Literatura de 1967. Sobre todo si volvemos a la famosa historia entre Borges y Asturias.

No es sorpresa, ni noticia nueva, que el argentino Jorge Luis Borges y el guatemalteco Miguel Ángel Asturias pudiesen haber compartido el Premio Nobel de literatura. Lo que llama la atención, nuevamente, es la cantidad de veces que las posibilidades se unieron.

No solo fue en 1965, sino también en 1966 y en el año en que ganó el guatemalteco, 1967; como muestra el informe de desclasificación del premio en 1967 y los informes de nominaciones de 1901 a 1970 en la rama de Literatura.

Ambos nacieron en el mismo año, 1889. En Buenos Aires, la familia porteña con raíces portuguesas y herencia uruguaya vivía en el barrio de Palermo y fueron instruyendo al pequeño Borges en la literatura inglesa; la gran influencia y musa de su obra.

Mientras que en Guatemala, Asturias nació en la Ciudad de Guatemala; aunque poco vivió su infancia allí, antes de trasladarse a Salamá. Quizá desde ese momento, se marca la diferencia del porqué del Nobel hacia Asturias; una influencia que marca el qué y el porqué de la literatura de ambos escritores.

Asturias estudió su propia historia, desde lo externo, desde fuera hacia dentro; durante su estadía estudiantil en Europa. Así se concibió como uno de los precursores en dar expresión literaria a la literatura precolombina, a dar relevancia a la herencia indígena; además de encontrar un foco latente de la perspectiva política-social en el otro.

Esto se traduce al claro dictamen de la Academia Sueca “por su vívido logro literario, profundamente arraigado en los rasgos y tradiciones nacionales de los pueblos indígenas de América Latina”.

Borges creó mundos de posibilidades, fue un escritor de lo universal. El argentino se mofaba de las perspectivas políticas de sus colegas, del claro compromiso de la época. Según algunos argumentos críticos, esto se desarrolla en una especie de elitismo que se centró en su propio arte cuentista; como bien dice el dictamen del comité “demasiado exclusivo o artificial en su ingenioso arte en miniatura”. Durante ese mismo momento, existía otros candidatos en la recta final: Yasunari Kawabata y W. H. Auden; pero solo Borges y Asturias tenían la posibilidad de un premio compartido, según el informe de desclasificación.

Pie de foto: Ceremonia en Estocolmo, 10 de diciembre de 1967. Foto: Cortesía Familia Asturias

Si nos remitimos a los datos, dentro de los informes de nominaciones de 1901 a 1970, encontraremos información importante ya que, no solo Asturias, Borges, Kawabata o Auden fueron listados dentro de las nominaciones.

En el documento de nominaciones podemos encontrar grandes escritores como J. R. R. Tolkien (3 años nominado), Ernst Jünger (6 nominaciones), Yasunari Kawabata (8 años nominado, y ganador del galardón en 1968, W. H. Auden (9 años nominado), Robert Graves (9 años nominado), Rómulo Gallegos (9 años nominado), Ezra Pound (11 años nominado), Ramón Menéndez Pidal (12 años nominado y un record de 151 nominaciones al premio), Graham Greene (12 años nominado), Pablo Neruda (11 años nominado, y ganador del premio en 1971), entre otros nombres relevantes.

Asturias estuvo nominado previamente durante tres años, en el cuarto año fue galardonado (1964, 1965, 1966, 1967); el premio no responde a un factor obligatorio de tiempo.

Aunque el tiempo, sí tiene una relación con el premio; ese mismo año, Jorge Amado obtuvo su primera nominación y fue rechazado por “no estar aún al nivel de otros competidores”.

Mientras tanto, en ese mismo espacio temporal, el presidente del Comité de la Academia Sueca, Anders Osterling, alabó a Kawabata por su refinado “arte de los matices”, mientras que Asturias sería señalado por ser “limitado en su tema revolucionario” y Borges, como antes mencionado, por ser “demasiado exclusivo”. Sin embargo, de los tres solo Kawabata fue sugerido por el presidente; los otros dos nombres que salieron a relucir en el dictamen final de la sesión fueron: Graham Greene y W.H. Auden.

Jorge Luis Borges fue nominado nueve años, entre 1956 y 1970, según la información disponible. Nunca lo ganó. Foto: La Vanguardia.

¿Entonces, por qué Asturias?

Los rumores, como la afirmación de la escritora, profesora y viuda de Borges, María Kodama, señalan que fue por cuestiones políticas; mientras que Borges se lo tomaba con humor y recelo al decir cosas como "Es una antigua tradición escandinava: me nominan para el premio y se lo dan a otro.

Ya todo eso es una especie de rito". Por otro lado, Kawabata estaba destinado a ganarlo un año después “por su dominio narrativo, que expresa con gran sensibilidad la esencia de la mente japonesa” como afirma el dictamen de 1968.

Con Greene y Auden solo podemos suponer. El primero fue defendido por Osterling en el dictamen donde se menciona repetidamente que la elección se hace valer por sí misma.

El 15 de septiembre de 1967, el comité discutió entregar el premio a Asturias y Borges.

Por otro lado, la elección del presidente a favor de Auden no se explicita mucho en el documento; aunque es válido decir que, desde una visión crítica, el peso de la nominación está en el uso teórico excepcional dentro de su poesía.

Asturias fue galardonado por el “vívido logro literario” de transmisión cultural de las raíces indígenas latinoamericanas dentro de su literatura. Después de cincuenta y cuatro años, podríamos preguntarnos sobre la relación del premio con los estudios poscoloniales; pensando en el texto precursor de estudios poscolonialistas “Los condenados de la tierra” de Frantz Fanon, escrito seis años antes de la entrega del premio al guatemalteco.

Además, podríamos relacionar los rumores de las descalificaciones de Borges a las posibilidades del trasfondo político. Sin embargo, con bastante mérito Asturias no fue nominado una sola vez, sino cuatro; su obra habla por sí misma, existe en ella un logro literario que celebra los mitos, la magia y la naturaleza de las raíces ancestrales, mientras que al mismo tiempo juega con la denuncia de la condición latinoamericana.

Mientras termino de escribir vuelvo a preguntarme a mí mismo,

¿me gusta Asturias?