Chimaltenango

    Enrique García
    Edwin Bercián

En Santa Apolonia a las familias se les apoya con azúcar, harina, aceite y Froot Loops

Santa Apolonia, Chimaltenango, se dedica al cultivo de trigo, frijol, zanahorias y papa. A pesar de su vocación agrícola, es uno de los municipios con el mayor índice de desnutrición crónica de todo ese departamento.

El IV Censo Nacional en Talla en Escolares 2015, el último realizado en el país, determinó que el 68.7 % de los menores la padecía. Siete años después la situación apenas ha mejorado.

Casi siete de cada 10 niños presentan retardo en el crecimiento, según datos de la Secretaría de Seguridad Alimentaria y Nutricional (SESAN). Y las cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE) respaldan esta cantidad: de 3 mil 032 niños menores de cinco años que viven en Santa Apolonia, 1 mil 676 padecen de desnutrición crónica (poco más del 55 %).

“Un pequeño en esas condiciones no alcanza la talla adecuada. Su desarrollo cognitivo se ve afectado y está mucho más propenso a enfermarse y a padecer anemia”, explica Karin Sal, nutricionista y delegada del ministerio de Salud. Santa Apolonia está ubicado a 93 kilómetros de ciudad de Guatemala y la mayoría de sus habitantes es kaqchikel.

Para atender a estos niños, la alcaldía destina Q420,766.34 de su presupuesto a la prevención de la desnutrición crónica. Algo que solo hacen cuatro de los 16 municipios de ese departamento. Al 10 de octubre había ejecutado el 72.57 % (Q305,390).

Santa Apolonia es uno de los 114 municipios priorizados de la Gran Campaña Nacional por la Nutrición, ocupa el puesto 14 y tiene una categoría “muy alta” de vulnerabilidad. En este listado la acompañan Tecpán, Patzún, Santa Cruz Balanyá, San Juan Comalapa, San José Poaquil y Acatenango.

Mayeli Robledo, de cuatro años, es atendida en una jornada médica de una ONG International Esperanza Project que trabaja cuatro municipios de Chimaltenango.

Salud delicada

En el salón municipal, un jueves de septiembre, se entregan alimentos a los pobladores. Ahí está Mayelí Robledo, de cuatro años y medio. Su mamá la lleva “a tuto”, cargada sobre sus hombros. La pequeña nació con hidrocefalia, lo cual le dificulta alimentarse. Y padece de desnutrición crónica desde que tiene un año.

En la balanza no logra superar las 20 libras –una niña sana, de esa edad, debería pesar no menos de 30, según la gráfica de control de peso de la Organización Mundial de la Salud–. También resulta casi imposible colocarla en el tallímetro.

Jorge Pernillo, coordinador de la Escuela de Desnutrición de la Universidad Panamericana (Upana), señala que el sistema de salud no cuenta con los mecanismos adecuados para darle seguimiento a casos como el de Mayeli.

“Un niño con ese tipo de problemas –hidrocefalia y con desnutrición crónica-–, por lo general muere”, afirma. Y para evitar un desenlace de este tipo, explica que todos los involucrados deben educar a los padres sobre el tipo de alimentación y las medidas de higiene que deben de tener en el hogar.

Cada 15 días, Lisbeth Alay, madre de Mayeli Milagros Robledo, la lleva al centro de salud municipal para su monitoreo de crecimiento.

Aficionados a la comida chatarra

Francisco Tepaz, alcalde de Santa Apolonia por segunda vez, señala que este municipio es netamente agrícola, por lo que no se justifican los altos índices de desnutrición. “Nos hemos dado cuenta de que no hay educación sobre cómo alimentarse. Y por ello, los padres prefieren vender sus productos y comprar comida chatarra”.

Pero el problema no es solo la falta de educación. Hay otros factores que inciden en que en un lugar persista este flagelo, explica Pernillo. “Debe existir un adecuado sistema para tratar las aguas negras. Así como contar con drenajes, caminos de acceso adecuado e ingresos económicos suficientes para poder adquirir los productos de la canasta básica”, enumera.

Karin Sal, la nutricionista, insiste que las frutas, verduras, frijoles, tortillas, atoles, carnes y lácteos son la clave para afrontar esta situación en el municipio.

Francisco Tepaz Ajú, alcalde de Santa Apolonia, asegura que ha trabajado contra la desnutrición en su municipio. Es bachiller en ciencias y letras. Este es su segundo periodo al frente de la municipalidad. La primera vez llegó con Líder y luego se reeligió con la UNE.

Para ello, la alcaldía creó diversos programas sociales en los que se inscribió la mamá de Mayeli. Ahora recibe bolsas de alimentos, filtros de agua, aprende sobre cómo instalar huertos familiares y también, se les instruye en el uso de y manejo de alimentos.

En marzo pasado, por ejemplo, la municipalidad adjudicó Q194,040 en la compra de alimentos para 2,400 familias. A cada una le proporcionó una botella de aceite Ideal de 445 mililitros, una bolsa de azúcar de cinco libras Caña Real y una bolsa de 12.5 libras de harina Venecia.

Y cada 15 días, en la sede municipal, entrega Froot Loops, bananos y leche. El cereal forma parte de la donación que la subsidiaria de Kellog´s, en Querétaro, México, le envía directamente.

La madre de Mayeli recibe, además de ese apoyo, alimentos para sus tres hijos inscritos en otro programa social. Según datos de la comuna, la suma de todos estos proyectos les permite brindar atención directa a 800 niños.

La Oficina Municipal de la Mujer de Santa Apolonia atiende a 2,400 mujeres como parte del programa de entrega de alimentos.

El presupuesto estimado para la intervención de acciones de “seguridad alimentaria y nutricional” en Santa Apolonia, según la directora de Planificación, Monitoreo y Evaluación de la SESAN, Ofelia Arriaza, es de Q4.9 millones. Este monto, indica, se distribuye en 33 actividades que involucran a varias dependencias.

Mientras que Mayeli termina su día “a tuto”, ella y sus hermanos toman parte en una jornada de salud organizada por otra entidad, la ONG International Esperanza Project. Su madre, con voz entrecortada, afirma que, a pesar de todo, confía en que su hija algún día se recupere.