Alta Verapaz

    Carmen Valle
    Sandra Sebastián

Senahú: “No siempre llueve, pero cuando sucede, nos deja sin comer”

La inseguridad alimentaria no solo depende de la disponibilidad de comida. También hace falta ver al cielo para saber si habrá cosecha, pero esa preocupación no llega hasta la municipalidad.

Rosario Choc vive en Senahú, Alta Verapaz, donde el cultivo principal es el maíz. Administra los Q40 diarios de ganancias de su esposo, quien trabaja como jornalero y de allí sale el alimento para una familia de ocho. Su hijo más pequeño tiene un año y no puede sostener su cabeza a causa de la desnutrición.

Eliseo Yaxcal es agricultor y cosecha su maíz gracias a la lluvia. Pero cuando llega “en exceso, aguada la tierra, los derrumbes se llevan nuestra milpa y perdemos todo. Cuando sucede nos deja sin reservas para comer seis meses”, asegura.

Choc y Yaxcal viven en Senahú, uno de los 114 municipios priorizados por la Gran Cruzada Nacional por la Nutrición. Ocupa el número 64 con una prevalencia del 52.1 por ciento y con una categoría de vulnerabilidad “muy alta”. Y también es uno de los lugares donde la presencia municipal es casi nula o asistencialista.

Salomón Caal Choc, de tres años, en su casa ubicada en el caserío San José La Laguna.En Senahú uno de cada dos menores de cinco años padece desnutrición crónica. Estos niños, advierte Unicef, podrán presentar a futuro problemas de aprendizaje, enfermedades no transmisibles como la hipertensión o diabetes, así como dificultades para insertarse en el mercado laboral.

La vida alrededor del mismo cultivo

Según el Instituto de Ciencia y Tecnología Agrícolas (ICTA), el maíz es el grano básico más demandado en Guatemala y uno de cada diez quintales proviene de Alta Verapaz. Es el segundo departamento con mayor cosecha.

El alcalde de uno de sus municipios, Senahú, también lo ve como el principal producto agrícola en el lugar. “Sembrar es el motor económico de varias familias”, explica Ariel Gonzalo Leal, quien ocupa el cargo por primera vez. Es la fuente de alimento en una ciudad donde al menos 5 mil 175 niños de dos a cinco años de los 12 mil 500 registrados tienen desnutrición crónica.

“Aquí no siempre llueve, pero cuando lo hace, el diluvio causa problemas”, agrega el jefe edil pues el agua se lleva la posibilidad de ingerir o vender los granos. Al preguntarle si en la municipalidad hay personal o iniciativas relacionados con fortalecer las prácticas agrícolas, lo niega.

No hay capacitaciones para trabajadores del campo y Guatecompras no refleja inversión en fertilizantes. Tampoco hay infraestructura para riego artificial y entonces la misma lluvia que se lleva la milpa, se convierte en el único recurso para hacerla crecer.

Mazorcas cuelgan del techo de la casa de la familia Caal Choc. Esta es una forma de almacenarlas, aunque esto no garantiza que estén libres de plagas.

El que al cielo mira, en las siembras le cae

Eliseo Yaxcal se cubre las espaldas al sembrar mazapán, naranjas y otros árboles frutales alrededor de su casa, con lo cual alimenta a su familia. Pierde Q6 mil 830 entre el alquiler de la tierra donde siembra, insumos y fertilizante a causa de las lluvias.

El último es el más caro y lo requiere sobre todo cuando hay tormentas porque se llevan el abono natural. Hasta 2021, cada uno de los tres quintales necesarios para su plantación costaba Q200 máximo, pero ahora subió a Q350.

El Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación (MAGA) no incluye el fertilizante en sus precios de referencia. Sin embargo, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional determinó que en febrero de 2022 los costos aumentaron en un 149 % en comparación con marzo de 2021. Ese incremento, junto al exceso de lluvias y humedad, explica la entidad, provocará reajustes en los presupuestos familiares que sacrificarán alimentos de su dieta.

“Demasiada precipitación puede matar un sembradío o debilitarlo, así como lavar la capa fértil del suelo. Este queda arenoso y toma tiempo que se recupere”, explica la bióloga Magaly Arrecis. Eso le sucedió a Yaxcal, quien tras las tormentas de 2020 debió aguardar un año para volver a plantar maíz. Según el MAGA, por Eta e Iota se perdieron Q161 millones 480 mil 707 en cultivos en Alta Verapaz.

No se pueden hacer pronósticos meteorológicos específicos para Senahú con el fin de orientar a los agricultores respecto a condiciones idóneas para sembrar, porque no hay estación medidora allí. La más cercana está en Panzós. Sin embargo, sus cifras pueden servir para Senahú porque se trata de la misma región climática, explica el Instituto de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología (INSIVUMEH).

“El exceso de humedad aumenta la posibilidad de plagas. Si era para consumo, se quedan sin alimento. Si era para vender, se quedan sin ingresos para víveres”, asevera el coordinador de la escuela de nutrición de la Universidad Panamericana, Jorge Pernillo.

Un panorama desalentador para un municipio donde la vida de sus habitantes depende de la siembra de maíz, no solo como alimento sino para sobrevivir. El salario mínimo para el campo en el sector formal es de Q94.44, pero ese tampoco crece aquí.

Madres de familia llevan a sus hijos al Centro de Atención Permanente (CAP) para control de peso y talla, y recibir suplemento nutricional.

No solo los agricultores pierden

Rosario Choc es madre de seis y de los Q40 de ingresos diarios del trabajo de su esposo como jornalero sale el alimento de toda la familia. Este se convierte en tortilla con chile cuando a causa de las lluvias, no hay quién contrate a su marido.

El hijo menor, Lorenzo, cumplirá un año y no levanta la cabeza sin ayuda. La mamá cuenta que desde su nacimiento los médicos le dijeron que tiene el hígado grande. Como los meses pasaban y no crecía, lo llevó con las enfermeras de Narú, la única organización no gubernamental dedicada a seguridad alimentaria en Senahú. Estaba desnutrido.

Lorenzo es el rostro de una estadística. De acuerdo con el Centro de Atención Permanente, allí hay 1 mil 650 niños menores de dos años con desnutrición crónica (uno de cada tres). Otros 3 mil 525 de tres a cinco años, la mitad del grupo, están en la misma situación.

Lorenzo nunca se ha parado solo en el suelo porque siempre debe estar alzado. Faltan cuatro días para su cumpleaños, pero no balbucea, no gatea, ni ha dado sus primeros pasos. Sufre desnutrición crónica y hepatomegalia (agrandamiento del hígado) que interfiere en su desarrollo.

A criterio de Jorge Pernillo, una de las razones por las cuales Guatemala arrastra la desnutrición es responsabilizar solo al ministerio de Salud, cuando deberían participar todos los sectores para asegurar disponibilidad de comida, mejorar el acceso a ella, capacitar para alimentarse de forma saludable y aumentar el saneamiento.

En Senahú, el alcalde brinda los insumos solicitados por la nutrióloga designada por Salud, pero esto no ataca las causas de fondo. El censo de 2018 registró cómo 21 de cada 100 familias en el municipio tenían agua entubada dentro de la casa y solo cuatro de ellas contaban con un inodoro conectado a drenajes.

La administración anterior hizo tres concursos para abastecer a tres comunidades, valorados en Q8 millones 542 mil 630, reporta Guatecompras. Leal admite que eso no era suficiente para toda la población, pero desde su llegada al puesto solo se publicaron dos eventos de este tipo por Q2 millones 959 mil 90.

Ariel Gonzalo Leal de León, de 50 años, ocupa la alcaldía por primera vez. Llegó con el partido Valor. Es perito contador. El jefe edil brinda declaraciones sobre su gestión y las causas y efectos de la desnutrición infantil que registra el municipio.

Es más, su gobierno local no contempla una partida para prevenir la desnutrición crónica, como sucede con otros 167 municipios del país. Sí dispone de Q10 millones para acceso al agua potable y saneamiento básico y de otros Q2.8 millones para prevenir la mortalidad. El presupuesto de esta municipalidad para 2022 es de Q60.3 millones.

“No hay proyectos porque no hay certeza jurídica de los terrenos ni catastro, y no podemos invertir en lugares ajenos”, justifica. Reconoce no tener un presupuesto específico para seguridad alimentaria, pues “se invierte sobre la marcha, según nos lo piden”. Tampoco hay una oficina para ello y quienes se encargan de canalizar la leche e incaparina son la dirección de la mujer y de la niñez, junto a un médico contratado por la institución.

Leal ve esto como una deficiencia, pero no prevé invertir en saneamiento ni ve posible dejar la desnutrición atrás en un futuro inmediato. Rosario tampoco ve cerca la recuperación de Lorenzo.

La participación de la municipalidad para paliar las consecuencias de las temporadas lluviosas en Senahú responde, sobre todo, a rehabilitar caminos cuando se derrumban las montañas y los cultivos. Los deslizamientos de tierra y otros efectos de las tormentas perjudican la alimentación de los habitantes.