Colecta para construir
un pozo

La tala de bosques, conflictividad social y una cementera han complicado el acceso al agua para estas comunidades de San Juan Sacatepéquez que sobreviven a la escasez del recurso con métodos artesanales.

Colecta para construir un pozo

La tala de bosques, conflictividad social y una cementera han complicado el acceso al agua para estas comunidades de San Juan Sacatepéquez que sobreviven a la escasez del recurso con métodos artesanales.

  • Jody García

  • @Jodyreporta

  • San Juan Sacatepéquez, Guatemala

  • Oliver de Ros | @Oliverderos

Las mujeres de El Pilar II, una aldea de San Juan Sacatepéquez, Guatemala, deben pedir autorización al guardián de la finca para cruzar al río.

Hasta hace dos años podían recorrer la calle de tierra sin problema, pero la situación cambió cuando el terreno pasó a ser propiedad de la cementera, lo cercaron con una malla y los dejaron sin una fuente directa de agua.

En este lugar, ubicado a tres kilómetros de la fábrica “San Gabriel”, no hay tuberías ni chorros ni pilas comunales. Pese a la cercanía, rechazan todo lo que se relacione con ella.

Les molesta que les impidan el paso, pero solicitan permiso pues de lo contrario no podrían lavar su ropa.

Desde 2006, que comenzó la construcción de la tercera planta de Cementos Progreso, El Pilar II es una de las doce comunidades que se ha declarado en resistencia, ha protestado y señalado a la compañía de deforestar sus bosques, dañar sus fuentes subterráneas y limitarles el acceso a los caudales que las rodean.

Jerónimo Tzet, representante de la alcaldía indígena, afirma que la compra de los terrenos para el crecimiento de la industria afectó la relación de los kaqchikeles con el agua.

"Lo difícil de no tener agua entubada es que hay que acarrearla, llenar la pila cuesta, y si el caudal está muy hondo es difícil sacar algo del pozo". María Patzan, ama de casa y madre de nueve hijos.

María Patzan, ama de casa y madre de nueve hijos.

foto vista de la cementera

Vista de la planta San Gabriel, propiedad de Cementos Progreso.

“Los pozos artesanales solo nos proveen agua para beber, por eso las familias deben ir al río a lavar ropa”, relata Tzet, quien pide no ser fotografiado de frente.

En Facebook han creado perfiles falsos con su imagen para simular que él apoya a la cementera.

Esta conflictividad también erosiona la relación de las comunidades con la municipalidad. Tzet cuenta que los pobladores se resisten a recibir proyectos del alcalde Juan Carlos Pellecer pues consideran que está aliado con la compañía.

En abril de 2020, cuando el país vivía en estado de calamidad por la pandemia, el jefe edil repartió víveres a familias vulnerables, los cuales fueron donados por la empresa.

Sobrevivir con pozos artesanales

María Martina Patzán Turuy es una mujer indígena kakchiquel, de 46 años, ama de casa y madre de nueve hijos. Es sonriente, enérgica y vive en una de las 2 mil 455 casas que todavía están hechas de adobe en San Juan Sacatepéquez, un municipio con más de 56 mil hogares.

Todos los días se levanta a las seis de la mañana para preparar el desayuno. Lo primero que hace es recolectar agua del pozo artesanal ubicado en el patio de su casa.

En el municipio de San Juan Sacatepéquez funcionan 42 pozos. Estos son la principal fuente de agua.

Patzán toma un bote de plástico atado a un lazo y lo sumerge en lo profundo de un agujero de 25 metros hasta encontrar el líquido. Con lo que recolecta llena la pila y otros recipientes. De esa pequeña perforación en el suelo se benefician 15 personas.

Después, junta leña y enciende el fuego sobre una plancha de concreto en un cuarto de láminas ahumadas que funciona como cocina y comedor.

Hierve el agua durante 10 minutos para dejarla libre de bacterias. Purificar el líquido no es barato, ya que gasta Q290 mensuales para comprar los troncos.

El recurso en el pozo no es infinito, cuenta Patzán. En época de verano es más complicado porque el caudal se reduce. La mayor parte del año es tan escaso que sus hijos se bañan cada tres días.

Esta es la única fuente de agua para la familia y de la misma forma viven más de 600 hogares de El Pilar II, donde no existen tuberías y los pozos artesanales son construidos y cavados por los vecinos.

En el pueblo las calles son de tierra y polvo, y la mayoría de casas está construida con block, adobe, palos y lámina. Para llegar hay que recorrer 45 kilómetros desde la Ciudad de Guatemala y mientras más cerca se está de la comunidad, hay menos asfalto.

En San Juan Sacatepéquez, el 26 por ciento de la población vive en el área rural y 63 por ciento son kakchiqueles.

foto de familia hirviendo agua

Las familias de El Pilar II deben hervir el agua por diez minutos en estufas artesanales alimentadas por fuego de leña.

El nuevo plan

El Pilar II tiene un solo pozo mecánico de 800 pies de profundidad. Está en un terreno que los pobladores compraron en 2004 por Q15 mil.

Este sistema, que cuenta con una tubería rústica, solo provee el recurso para la escuela, el salón comunal y la iglesia católica.

"Para los pozos artesanales no necesitamos estudios, hay quienes tienen el don de ver dónde hay agua",

Jerónimo Tzet, representante de la alcaldía indígena de El Pilar II.

Actualmente, la comunidad busca fondos para pagar un estudio que los guíe en la construcción de una nueva fosa a unos seis metros de la que ya funciona.

Esto les permitiría instalar tuberías y chorros para que el acceso al líquido sea más fácil. Para eso necesitan alrededor de Q90 mil.

“Para los pozos artesanales no necesitamos estudios”, dice Tzet, “hay quienes tienen el don de ver dónde hay agua”, agrega. Sin apoyo de los gobiernos locales, los comunitarios se guían por la intuición para cavar y abastecerse por sus propios medios.

Jovenes observan la profundidad de un pozo artesanal

Niñas y adolescentes observan la profundidad de un pozo artesanal utilizado para regar las flores de un invernadero.

Rascar agua de la calle

La escasez en San Juan Sacatepéquez es tanta que las mujeres lavan ropa a la orilla de la carretera. Los hilos de un río o nacimientos forman pozas donde raspan las piedras con un guacal.

La comunidad necesita Q90,000 para realizar el estudio y construir un nuevo pozo.

En los caminos de tierra que llevan a El Pilar II se puede observar a mujeres y a sus hijos lavar prendas de vestir y cargar tinajas que llenan en chorros públicos.

“Lo difícil de no tener agua entubada es que hay que acarrearla, llenar la pila cuesta, y si el caudal está muy hondo es difícil sacar algo”, enfatiza María Patzan

Si la comunidad logra construir su pozo mecánico, alrededor de 300 familias podrían tener tuberías y chorros, los niños podrían bañarse cuando quisieran y no tendrían que convencer a un guardia de seguridad que les deje ingresar a una finca para lavar en un río.

Tzet, el representante de la alcaldía indígena y productor de flores, relata que ya comenzaron a recolectar fondos y a buscar apoyo de organizaciones no gubernamentales ajenas a la municipalidad y a la cementera.

Mujeres lava ropa a la orilla de la carretera

Las mujeres de El Pilar II lavan ropa a la orilla de la carretera, aprovechan el riachuelo.

No hay datos públicos sobre cuánta cantidad de agua usa la empresa para su producción. En una entrevista realizada en 2014, José Raúl González, José Raúl González, entonces gerente de Cementos Progreso, aseguró que su producción se basa en un “método en seco, que no requiere mayor cantidad del vital líquido”.

Pero doce comunidades kaqchikeles de San Juan Sacatepéquez no están de acuerdo y mantienen su postura de que la compañía destruye los recursos naturales del municipio.

En su página web, Cementos Progreso publicita campañas de reforestación. Se intentó tener una postura de la compañía sobre la problemática de agua, pero tras varios intentos a su planta central, no fue posible establecer comunicación con algún encargado.

Mientras El Pilar II reúne el dinero para construir su nuevo pozo, María Patzán y cientos de familias buscarán agua de sus pozos artesanales.

Los líderes indígenas se mantienen en resistencia y ahora se turnan día y noche para cuidar el edificio donde están instalados, pues la municipalidad, afirman, quiere despojarlos.

“Ahora buscamos apoyo para encontrar más agua, ya perdimos la finca por donde pasa el río”, concluye Jerónimo Tzet.

Se buscó al alcalde Juan Carlos Pellecer para conocer su respuesta a los señalamientos de los vecinos de El Pilar II. En la municipalidad indicaron que no era posible porque estaba enfermo de covid–19.

(1) Estas comunidades carecen de agua potable y drenajes. (2) El dueño de este vivero riega sus cultivos gracias a su propio pozo artesanal. (3) María Patzán hierve el agua del pozo de 25 metros de profundidad que está en su patio. (4) Su hija la toma luego de que hirvió por diez minutos.