Requiem por el vaso de leche

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El ministerio de Educación lo cambió por 22 menús con alimentos sólidos que los padres de familia o directores de escuela preparan. La leche en polvo se convirtió en un ingrediente más de otras bebidas. Una libra para preparar 40 vasos.

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Este reportaje forma parte de la investigación regional «La leche prometida».

Por José David López

 


 

Una caja de leche en polvo está sobre otra. Son por lo menos una docena. Están resguardadas dentro de una aula de la Escuela de Educación Primaria José Venancio López, a inmediaciones del mercado La Placita, zona 1. Son parte de la tercera entrega anual de leche destinada para la comida de los alumnos.

Casi todas las cajas son de la industria Winter, a excepción de una de Gold Star, la bolsa que vende Tecno Suministros, S.A. al ministerio de Educación. Es la única caja que sobró de la entrega anterior hecha por la Dirección Departamental de Guatemala Norte de esa cartera.

Esta empresa es propiedad de Carlos Alejandro Fión Rossal, hijo del diputado Carlos Rafael Fión Morales que promovió la Ley de Alimentación Escolar. En tanto que Winter, la nueva marca, es suministrada por Distribuidora Marito.  Esta última ha recibido contratos estatales por Q11.7 millones desde 2017, tres meses después de ser constituida.

Las cajas contienen bolsas de leche en polvo de un poco más de dos kilos que rinden entre 15 y 16 litros. Su preparación en el centro educativo, sin embargo, no es posible. Las instalaciones no cuentan con una cocina ni papás ni mamás que puedan preparar este o los otros alimentos como pasta, harina de maíz, frijol, protemás  (harina de soya )y atol entregados.

En Guatemala por lo menos 28 mil establecimientos cuentan con una Organización de Padres de Familia (OPF), un número elevado a comparación de los 1 mil 218 que no tienen. La inexistencia de esta en la Escuela de Educación Primaria José Venancio López hace que la forma de entregar los alimentos para los alumnos sea distinta. Si la asociación existiera como en otros centros educativos, esta se encargaría de comprar los comestibles y no la Dirección Departamental del Ministerio de Educación.

Por ese motivo, su director, Juan Carlos Ramírez, junto con los padres de los alumnos, acordaron una método distinto para distribuir la leche y los otros alimentos: preparar para cada estudiante una suerte de “Bolsa Solidaria”, el recordado programa social del gobierno de la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) que consistía en donar paquetes de alimentos a las familias pobres.

Ramírez no solo es la máxima autoridad de la escuela, también es el profesor del cuarto grado de primaria. Uno de sus alumnos, Jefry, cuenta que con sus compañeros han ayudado a preparar los paquetes para el resto de alumnos. En su salón de clases de hecho hay por lo menos una decena de cajas de cereal que aún no se ha entregado.

Jefry dice que en una ocasión la leche no alcanzó para todos, entonces debieron suplirla con una doble ración de harina vitaminada para hacer atol. El director explica que eso ocurrió en la primera dotación de alimentos del año, pues el ministerio envió la cantidad establecida para el número de alumnos inscritos durante 2018, que era menor al de 2019.

Mientras Jefrey habla sobre este programa social, sus compañeros y otros estudiantes salen de sus aulas. Es la hora del recreo. En otras escuelas los estudiantes recibirían una refacción, pero acá debido a la falta de una OPF y una cocina, cada quien lleva su propia comida: pan con jamón, cereal, galletas, chucherías, y otros alumnos, nada. Las bolsas de alimentos quizá sirvan para el almuerzo o desayuno de su familia.

La escuela se encuentra en medio de los puestos de venta de verduras, frutas y carnes de La Placita, uno de los mercados más conocidos de la Ciudad de Guatemala. Alberga a 160 niños que cursan la preprimaria o la primaria en la jornada vespertina.

El director dice que la mayoría de padres y madres de los estudiantes tienen un puesto de venta en este mercado o en la Plaza El Amate, un espacio construido por la municipalidad de Guatemala para ventas informales. Este, comenta, es el motivo que ha impedido que se constituya una OPF, pues deben atender sus locales durante  el día y eso dificulta que cumplan con las obligaciones que conlleva ser parte de la junta directiva: firmar cheques, autorizar menús  para la elaboración de refacciones, elegir a un proveedor de los alimentos y llevar control de los libros contables.

 

 

La leche solo es parte de otra bebida

 

Es un martes de agosto. La pasta con pollo y acelga acompañada de refresco de rosa de jamaica están listos para servirse como refacción para los alumnos de la escuela Complejo Para la Paz No.2 República del Perú.

El menú de este día es uno de los 22 autorizados por el ministerio de Educación. Ninguno tiene como bebida un vaso de leche. El último período en el que se entregó como merienda fue entre 2005 y 2008. Esto debido a que el gobierno de la UNE buscó implementar un atol nutritivo y otro tipo de comida. Desde entonces los menús han variado.

La leche, en el caso de esta escuela que imparte clases por las tardes, es empleada para preparar bebidas como horchata de arroz o atol de haba. Es decir, la adquieren como un ingrediente complementario. En las semanas en que la requieren compran en promedio dos kilos.

A diferencia de la Escuela de Educación Primaria José Venancio López, en esta sí existe una OPF. Empezó a funcionar hasta este año.

Marleny Roca, la directora del establecimiento, explica que la ventaja es que ahora los padres deciden qué comestibles comprar semanalmente para sus hijos y no están sujetos a los que enviará la Dirección Departamental del ministerio de Educación, como ocurría en años anteriores. En ese entonces debían administrar los productos para un período de 40 o 50 días.

Los alimentos eran los mismos: atol, frijol, pastas, harina de maíz, protemás, salsas enfrascadas. No había variedad, era más difícil elaborar un menú, recuerda Roca. Ahora pueden preparar, todos platos aprobados por el ministerio, carne con verduras, chao mein, dobladas, tostadas con pollo, hasta enchiladas.

El cambio para los niños es positivo. Los nuevos menús incluyen más nutrientes que un vaso de leche. Así lo afirma la nutrióloga Tania Mérida. «La leche les da el calcio y la proteína, pero el platom–en este caso pasta con pollo y verduras–, les proporciona proteínas, carbohidratos, otras vitaminas y minerales. Pero sería recomendable incluir en la dieta, entre una o dos veces en la semana, productos lácteos «.

Otra ventaja al contar con una OPF es que  ya no deben esperar el llamado de la Dirección Departamental de la cartera para ir por los alimentos. Eso implicaba alquilar algún vehículo para llegar a recogerlos. Algo que aún ocurre en la Escuela de Educación Primera José Venancio López. Hoy solo deben esperar a que el proveedor llegue hasta las puertas de la escuela.

La directora y la profesora del tercer grado de primaria Elizabeth Guerra lucen alegres al hablar sobre la OPF. Pero sus sonrisas se desdibujan cuando mencionan que para varios estudiantes el plato que les es servido no representa una refacción, sino el almuerzo del día.

La escuela está ubicada en la zona 5 de la Ciudad de Guatemala. Tiene a 156 alumnos inscritos y la mayoría de ellos son pobres. “En mi clase son tres los que vienen sin comer”, dice Guerra, quien tiene a su cargo 20. Mientras lamenta esto, algunos niños aún hacen una fila en el patio para recibir el plato de pasta con pollo y acelga. No les importa la lluvia que cae sobre ellos. Solo ríen. La directora se percata y corre a regañarlos.

Fotografías: Carlos Alonzo.

 

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Este reportaje forma parte de la investigación regional «La leche prometida», liderada por la red de Periodistas de América Latina para la Transparencia y la Anticorrupción (Red PALTA), que integran medios y organizaciones de siete países: La Diaria (Uruguay), El Faro (El Salvador), OjoPublico (Perú), DataScketch (Colombia), La Nación (Argentina), PODER (México) y Ojoconmipisto (Guatemala).

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Esta investigación fue posible gracias a Hivos y Open Contracting Partnership.


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